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Estudio de la 1ª carta de Juan.  Capítulo   2 

 

CAPÍTULO 2    Hijitos míos, les escribo estas cosas para que no cometan un pecado. Pero, si alguno comete un pecado, tenemos un ayudante que está junto al Padre: Jesucristo, uno que es justo. 2 Él es un sacrificio de reconciliación por nuestros pecados, pero no solo por los nuestros, sino también por los de todo el mundo. 3 Y por esto sabemos que lo hemos llegado a conocer: si seguimos obedeciendo sus mandamientos. 4 El que dice “Yo he llegado a conocerlo” pero no obedece sus mandamientos es un mentiroso, y la verdad no está en él. 5 Pero, si alguien obedece su palabra, el amor a Dios realmente se ha hecho perfecto en él. Por eso sabemos que estamos en unión con él. 6 El que dice que se mantiene en unión con él está obligado a seguir andando como aquel anduvo.

 

1 Τεκνία μου, τατα γράφω μν να μ μάρτητε. κα άν τις μάρτ, παράκλητον χομεν πρς τν πατέρα ησον Χριστν δίκαιον, 2 κα ατς λασμός στιν περ τν μαρτιν μν, ο περ τν μετέρων δ μόνον λλ κα περ λου το κόσμου.

3 Κα ν τούτ γινώσκομεν τι γνώκαμεν ατόν, ἐὰν τς ντολς ατο τηρμεν. 4  λέγων τι γνωκα ατόν κα τς ντολς ατο μ τηρν ψεύστης στίν, κα ν τούτ  λήθεια οκ στιν· 5 ς δ' ν τηρ ατο τν λόγον, ληθς ν τούτ  γάπη το θεο τετελείωται. ν τούτ γινώσκομεν τι ν ατ σμέν· 6  λέγων ν ατ μένειν φείλει καθς κενος περιεπάτησεν κα ατς [οτως] περιπατεν.

 

 

     Los tiempos verbales, tanto en hebreo como en griego, se deben  traducir con cuidado y precisión. Por ejemplo, la Versión Nácar-Colunga presenta 1 Juan 2:1 así: “Si alguno peca, abogado tenemos ante el Padre, a Jesucristo, justo”. Poco después esa misma traducción vierte 1 Juan 3:6 así: “Todo el que permanece en [Jesús] no peca”. Si ningún seguidor de Jesús peca, ¿qué aplicación tienen las palabras de 1 Juan 2:1?

    La Traducción del Nuevo Mundo resuelve esa aparente contradicción.          En 1 Juan 2:1 dice: “Les escribo estas cosas para que no cometan un pecado          ( μάρτητε,  hamartēte ). Y no obstante, si alguno comete un pecado  ( μάρτ  , hamartē) tenemos un ayudante para con el Padre, a Jesucristo, uno que es justo”.

1Τεκνία μου, τατα γράφω μν να μ μάρτητε. κα άν τις μάρτ, παράκλητον χομεν πρς τν πατέρα ησον Χριστν δίκαιον,

     En este versículo Juan usó el tiempo aoristo del verbo μαρτάνω , hamartanó  que indica la comisión de un pecado aislado, el tipo de error que todos cometemos de vez en cuando porque somos imperfectos. Sin embargo, 1 Juan 3:6 dice: “Todo el que permanece en unión con él no practica el pecado; nadie que practica el pecado lo ha visto ni ha llegado a conocerlo”.

 1 Juan 3:6  6  πς  ν ατ μένων οχ μαρτάνει· πς  μαρτάνων οχ ώρακεν ατν οδ γνωκεν ατόν

     Aquí Juan empleó el tiempo presente, lo cual indica un derrotero pecaminoso continuo, habitual, que invalidaría la afirmación que hiciera tal persona de ser cristiana.

 

   ¿Por qué dijo Juan que Jesús es nuestro “ayudante” particularmente cuando alguno de nosotros “comete un pecado”? Pues bien, todos erramos a diario, y sabemos que el pecado acarrea la muerte (Eclesiastés 7:20; Romanos 6:23). Sin embargo, Jesús entregó su vida como sacrificio expiatorio y está al lado de nuestro Padre misericordioso para abogar por nosotros. El hecho es que todos necesitamos su intercesión. ¿Cómo la aceptamos? Arrepintiéndonos de nuestros pecados, suplicando el perdón en virtud del sacrificio de Cristo y luchando por no reincidir.

    Durante el reinado milenario, el gobierno de Cristo sobre la Tierra desempeñará un papel sacerdotal a favor de la humanidad obediente. (Rev 5:9, 10; 20:6; 21:1-3.) De este modo terminará el dominio del pecado y la muerte como reyes sobre la humanidad obediente, ahora sujeta a su “ley”; la bondad inmerecida y la justicia serán las cualidades imperantes. (Ro 5:14, 17, 21.) Como los habitantes de la Tierra ya no estarán sujetos al pecado y la muerte, también terminará la necesidad de que Jesús rinda un servicio propiciatorio como “ayudante para con el Padre” por los pecados de los humanos imperfectos. (1Jn 2:1, 2.) La humanidad habrá recuperado la posición que tenía originalmente cuando el hombre perfecto Adán estaba en Edén. En aquel tiempo Adán no necesitaba a nadie entre él y Dios para hacer propiciación. De igual modo, al final del gobierno milenario los habitantes de la Tierra estarán en posición —de hecho, tendrán la obligación— de responder por su proceder ante Jehová Dios como Juez Supremo, sin recurrir a nadie como intermediario o ayudante legal. De ese modo Jehová, el Poder Soberano, pasa a ser “todas las cosas para con todos”. Esto significa que se habrá realizado en su totalidad el propósito de Dios de “reunir todas las cosas de nuevo en el Cristo, las cosas [que están] en los cielos y las cosas [que están] en la tierra”. (1Co 15:28; Ef 1:9, 10.)

    Cuando cometemos errores a pesar de nuestros esfuerzos por hacer lo que está bien, ¿cómo deberíamos sentirnos? Claro, no queremos justificarnos ni minimizar la gravedad de nuestros errores. Pero tampoco debemos dejar que los sentimientos de culpa nos hagan pensar que no merecemos servir a Jehová. ¡Nunca nos demos por vencidos! Nuestro cariñoso Dios nos ha dado el medio para perdonarnos si estamos arrepentidos de corazón. El apóstol Juan dijo: “Les escribo estas cosas para que no cometan un pecado”. Y luego añadió estas palabras tranquilizadoras: “Pero, si alguno comete un pecado [a causa de la imperfección heredada], tenemos un ayudante que está junto al Padre: Jesucristo” (1 Juan 2:1). Así que, gracias al sacrificio de Jesús, Jehová nos permite ser sus siervos aunque seamos imperfectos. ¿Verdad que esto nos motiva a esforzarnos por hacerlo feliz?

      Tenemos que hacer todo lo posible para no pecar. De no ser así, demostramos una lamentable falta de respeto por el amor de Dios, un proceder muy parecido al de los que, como explica Judas, se valían de la bondad inmerecida de Dios como pretexto para la conducta relajada. (Judas 4.)

¿En qué sentido es Jesús “un sacrificio propiciatorio”? “Propiciatorio” es aquello que sirve para “aplacar la justicia divina y tener a Dios propicio”, es decir, favorable. Jesús dio su vida como un sacrificio propiciatorio en el sentido de que, al hacerlo, aplacó o satisfizo la norma de justicia perfecta. Y sobre la base de ese sacrificio, Dios podría mostrar misericordia y perdonar los pecados de los que ejercieran fe en Jesús (Juan 3:16; Rom. 6:23).

    La propiciación o sacrificio propiciatorio  satisface la justicia. Todavía tenía que satisfacerse la justicia. Aunque el hombre había sido creado perfecto, perdió esta condición cuando pecó, y tanto él como sus descendientes llegaron a estar bajo la condenación de Dios. La justicia y la fidelidad a los principios de rectitud requerían que Dios ejecutara la sentencia de su ley contra el desobediente Adán. No obstante, el amor movió a Dios, a proporcionar un modo de satisfacer la justicia para que, sin violarla, la descendencia arrepentida del pecador Adán pudiera ser perdonada y consiguiera la paz con Dios. (Col 1:19-23.) Por lo tanto, Jehová “envió a su Hijo como sacrificio propiciatorio por nuestros pecados”. (1Jn 4:10; Heb 2:17.) La propiciación mueve a la consideración propicia o favorable. El sacrificio propiciatorio de Jesús elimina la razón por la que Dios tiene que condenar a los hombres y hace posible que les extienda favor y misericordia. Esta propiciación elimina el cargo de pecado y la condena de muerte resultante en el caso del Israel espiritual y de todos los demás que se valgan de ella. (1Jn 2:1, 2; Ro 6:23.)

      La idea de la sustitución sobresale en ciertos textos bíblicos relativos a la expiación. Por ejemplo, Pablo observó que “Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras” (1Co 15:3), y que “Cristo, por compra, nos libró de la maldición de la Ley, llegando a ser una maldición en lugar de nosotros, porque está escrito: ‘Maldito es todo aquel que es colgado en un madero’”. (Gál 3:13; Dt 21:23.) Pedro comentó: “Él mismo cargó con nuestros pecados en su propio cuerpo sobre el madero, para que acabáramos con los pecados y viviéramos a la justicia. Y ‘por sus heridas ustedes fueron sanados’”. (1Pe 2:24; Isa 53:5.) Pedro también escribió: “Cristo murió una vez para siempre respecto a pecados, un justo por injustos, para conducirlos a ustedes a Dios”. (1Pe 3:18.)

      La base para la reconciliación. Únicamente puede haber una reconciliación completa con Dios por medio del sacrificio de rescate de Cristo Jesús; él es “el camino” y nadie va al Padre sino por él. (Jn 14:6.) Su muerte sirvió de “sacrificio propiciatorio [gr.  λασμός, hi·la·smón] por nuestros pecados”. (1Jn 2:2; 4:10.)

     La palabra λασμός,  hi·la·smós significa “medio de apaciguamiento; expiación”. Está claro que el sacrificio de Jesucristo no era un “medio de apaciguamiento” en el sentido de que calmara los sentimientos heridos que Dios pudiera tener o le aplacara, pues es patente que la muerte de su amado Hijo no produciría tal efecto. Más bien, ese sacrificio apaciguó o satisfizo las exigencias de la justicia perfecta de Dios al sentar la base recta y justa para el perdón del pecado, a fin de que Dios “sea justo hasta al declarar justo al hombre [pecaminoso por herencia] que tiene fe en Jesús”. (Ro 3:24-26.) Al suministrar el medio para la expiación o compensación completa de los pecados y acciones ilícitas humanas, el sacrificio de Cristo creó una situación propicia para que a partir de ese momento el hombre procurara y consiguiera restablecer una buena relación con el Dios Soberano. (Ef 1:7; Heb 2:17)

 

     Para continuar andando en la luz divina tenemos que obedecer a Jehová. (1 Juan 2:3-6.) Reconocemos que si “continuamos observando sus mandamientos” ‘habremos llegado a conocer’ a Dios, comprendiéndolo a Él y sus cualidades. Quien alegue conocer a Dios pero no le obedezca “es mentiroso”. Por otra parte, “el amor a Dios ha sido perfeccionado”, o hecho completo, si observamos su palabra. “En esto”, es decir, en la muestra de obediencia y amor a Dios, sabemos que estamos “en unión con él”. Estamos obligados a andar así como anduvo su Hijo en la obra de hacer discípulos, en sus tratos con otras personas, y así por el estilo.

“Corramos  con aguante la carrera que está puesta delante de nosotros —escribió el apóstol Pablo—, mirando atentamente al Agente Principal y Perfeccionador de nuestra fe, Jesús.” (Hebreos 12:1, 2.) Para ser fieles hay que mirar atentamente a Jesucristo.

     La palabra original ( φορντες, aphorōntes del verbo φοράω) traducida por “mirar atentamente”, según se usa en las Escrituras Griegas Cristianas, quiere decir “mirar algo sin distracción”, “apartar la mirada de algo a fin de poder ver otra cosa”, “fijar la mirada”. Dice cierta obra de consulta: “En el mismo instante en que el corredor griego aparta la mirada de la pista y la meta final y la vuelve hacia los espectadores, disminuye la velocidad. Así pasa con el cristiano”. Las distracciones pueden frenar nuestro progreso espiritual; por eso tenemos que mirar atentamente a Jesucristo. ¿Y qué buscamos en el Agente Principal? El vocablo griego  ( ρχηγν, archēgon de  ρχηγός, ο,  )vertido “agente principal” significa “guía principal”, “el que inicia y abre el camino,pionero, arrastrando tras sí a los otros”. Mirar atentamente a Jesús implica seguir su ejemplo.

   “El que dice que permanece en unión con [Dios] está obligado él mismo también a seguir andando así como anduvo [Jesús]”, afirma la Biblia (1 Juan 2:6). Debemos permanecer en unión con Dios guardando los mandamientos de Jesús como él guardó los de su Padre (Juan 15:10).  Por lo tanto, andar como Jesús anduvo exige que lo miremos como nuestro Guía Principal y sigamos sus pasos atentamente.

  7 Amados, no les escribo un mandamiento nuevo, sino uno antiguo que han tenido desde el principio. Este mandamiento antiguo es la palabra que ustedes oyeron. 8 Con todo, les escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en el caso de él y en el de ustedes, porque la oscuridad se está yendo y la luz verdadera ya está brillando.

 7 γαπητοί, οκ ντολν καινν γράφω μν, λλ' ντολν παλαιν ν εχετε π' ρχς·  ντολ  παλαιά στιν  λόγος ν κούσατε. 8  πάλιν ντολν καινν γράφω μν,  στιν ληθς ν ατ κα ν μν, τι  σκοτία παράγεται κα τ φς τ ληθινν δη φαίνει.

      Las Escrituras Griegas Cristianas están repletas de recordatorios sobre mostrarnos amor unos a otros. Jesús dijo que el segundo mandamiento más importante es “amar a tu prójimo como a ti mismo” (Mat. 22:39). Santiago, el medio hermano de Jesús, lo llamó “la ley real” (Sant. 2:8). El apóstol Juan escribió: “Amados, no les escribo un mandamiento nuevo, sino un mandamiento viejo que ustedes han tenido desde el principio. [...] Otra vez, les escribo un mandamiento nuevo” (1 Juan 2:7, 8).

      Ambas expresiones se referían al mismo mandamiento: que los seguidores de Cristo debían amarse desinteresadamente, con espíritu de sacrificio (Juan 13:34, 35).

    El apóstol se refería al mandamiento sobre mostrarse amor fraternal y abnegado (Juan 13:34). Lo llamó “viejo” porque Jesús lo había establecido más de sesenta años antes de que Juan escribiera su primera carta inspirada. Por eso dijo que los creyentes lo habían tenido “desde el principio” de su vida como cristianos. Sin embargo, el mandamiento también era “nuevo” en el sentido de que ya no implicaba solo ‘amar al prójimo como a uno mismo’, sino estar dispuesto a sacrificarse por él (Lev. 19:18; Juan 15:12, 13).

    No obstante, es también “nuevo” porque va más allá del amor al prójimo que requería la Ley y pide que uno esté dispuesto a dar su alma a favor de sus compañeros creyentes. (Levítico 19:18; Juan 15:12, 13.) Dado que nuestro amor abnegado es prueba de que la obediencia a este “mandamiento nuevo” es ‘verdadero tanto en el caso de Cristo como en el nuestro, la oscuridad va pasando y la luz verdadera ya está resplandeciendo’.

     Ahora bien, ¿cuál es la clave para lograrlo?“No se conviertan en lo que detestan”, advirtió el conferenciante. Si uno detesta la forma en que lo tratan pero responde igual, está imitando el comportamiento que odia, y así solo conseguirá hacerse daño. Por el contrario, si buscamos nuevas formas de expresar amor en esas situaciones, haremos brillar “la luz verdadera” que disipa la oscuridad espiritual.

  9 El que dice que está en la luz pero odia a su hermano todavía está en la oscuridad. 10 El que ama a su hermano se mantiene en la luz, y en él no hay nada que lo haga caer. 11 Pero el que odia a su hermano está en la oscuridad y anda en la oscuridad, y no sabe adónde va, porque la oscuridad le ha cegado los ojos.

 9  λέγων ν τ φωτ εναι κα τν δελφν ατο μισν ν τ σκοτί στν ως ρτι. 10  γαπν τν δελφν ατο ν τ φωτ μένει, κα σκάνδαλον ν ατ οκ στιν· 11  δ μισν τν δελφν ατο ν τ σκοτί στν κα ν τ σκοτί περιπατε, κα οκ οδεν πο πάγει, τι  σκοτία τύφλωσεν τος φθαλμος ατο.

      ¿Quién verdaderamente está “en la luz”? (1 Juan 2:9-11.) Pues bien, “el que dice que está en la luz y, sin embargo, odia a su hermano” está en oscuridad espiritual “hasta ahora mismo”. Pero, “el que ama a su hermano permanece en la luz” y en su caso no hay “causa de tropiezo”. Aquí la palabra griega σκάνδαλον, ου, τό  indica una trampa con carnada para apresar animales y da a entender que puede ocasionar una caída en el pecado. En efecto, un cristiano profeso que odie a su hermano “no sabe a dónde va, porque la oscuridad le ha cegado los ojos”. (Mateo 13:13-15.) ¿Hará esta advertencia que usted evite la oscuridad espiritual al no permitir que diferencias personales, las mentiras de los apóstatas o cualquier otra cosa destruya su amor fraternal?

     La Biblia atribuye mucha más importancia a la vista espiritual que a la física. Cuando curó a un ciego de nacimiento, Jesús aprovechó la ocasión para señalar lo reprensibles que eran los fariseos, ya que aseguraban tener vista espiritual, pero voluntariamente rehusaban salir de su ceguera. Eran como aquellos que amaban la oscuridad más bien que la luz. (Jn 9:39-41; 3:19, 20.) Cuando se dirigió a la congregación de Éfeso, el apóstol Pablo les dijo que habían sido iluminados los ojos de su corazón. (Ef 1:16, 18.) Jesús señaló que los que profesan ser cristianos, pero no tienen conciencia de su necesidad espiritual, están ciegos y desnudos y no disciernen su condición lastimosa y tambaleante. (Rev 3:17.)

     Así como el permanecer en oscuridad por un largo período de tiempo causaría ceguera, el apóstol Juan asemeja al cristiano que odia a su hermano a alguien que anda errante en una oscuridad que le ciega   (    σκοτία τύφλωσεν  de τυφλόω, cegar ya sea de forma física, mental o espiritual ). (1Jn 2:11.) Asimismo, Pedro advierte que el que no cultiva los frutos cristianos, el mayor de los cuales es el amor, está “ciego, pues cierra los ojos a la luz”. (2Pe 1:5-9.) La fuente de tal oscuridad y ceguera espiritual es Satanás el Diablo, quien, a pesar de transformarse en ángel de luz, es en realidad “el dios de este sistema de cosas” y de la oscuridad, que ha cegado la mente de los incrédulos para que no disciernan las buenas nuevas acerca del Cristo. (Lu 22:53; 2Co 4:4; 11:14, 15.)

  

12 Hijitos, les escribo porque sus pecados han sido perdonados por causa del nombre de él. 13 Padres, les escribo porque ustedes han llegado a conocer al que existe desde el principio. Jóvenes, les escribo porque han vencido al Maligno. Niñitos, les escribo porque han llegado a conocer al Padre. 14 Padres, les escribo porque han llegado a conocer al que existe desde el principio. Jóvenes, les escribo porque son fuertes y la palabra de Dios permanece en ustedes, y han vencido al Maligno.

 12  Γράφω μν, τεκνία, τι φέωνται μν α μαρτίαι δι τ νομα ατο· 13   γράφω μν, πατέρες, τι γνώκατε τν π' ρχς· γράφω μν, νεανίσκοι, τι νενικήκατε τν πονηρόν. γραψα μν, παιδία, τι γνώκατε τν πατέρα· 14   γραψα μν, πατέρες, τι γνώκατε τν π' ρχς· γραψα μν, νεανίσκοι, τι σχυροί στε κα  λόγος το θεο ν μν μένει κα νενικήκατε τν πονηρόν.

 

      Juan expresa su confianza en los “hijitos”, aparentemente aludiendo a la entera congregación. (1 Juan 2:12-14.) Nuestros pecados han sido perdonados ‘por causa del nombre de Cristo’, ya que solo por medio de él Dios hizo posible la salvación. (Hechos 4:12.) Los ungidos ‘conocen al Padre’ porque él los ha engendrado con su espíritu. Algunos de ellos son “padres”, probablemente creyentes de edad madura, con más experiencia y adelantados en sentido espiritual. Conocen a Jesús, quien existió “desde el principio” por el hecho de que Dios lo creó antes de todas las otras cosas.

     Los “jóvenes” a quienes Juan se dirige tal vez sean cristianos de menos edad y con menos experiencia. Ellos “han vencido al inicuo”, Satanás, al no sucumbir a sus “designios”. (2 Corintios 2:11.) En la actualidad esto incluiría, por ejemplo, evitar diversiones inmundas, música sensual y pornografía, cosas que pueden corroer los principios cristianos y ocasionar que uno caiga en inmoralidad sexual. Los “jóvenes” vencen a Satanás porque espiritualmente están “fuertes” y “la palabra de Dios” permanece en ellos. Imitémoslos en aceptar las provisiones espirituales de Dios, rechazar la apostasía y continuar andando en la luz divina.

    El apóstol Juan, quien durante unas siete décadas fue un leal discípulo de Cristo, señaló un factor clave cuando dirigió este elogio a los cristianos fieles: “Son fuertes y la palabra de Dios permanece en ustedes, y han vencido al inicuo”. Aquellos discípulos de Cristo aguantaron, o permanecieron en la palabra de Dios, porque la palabra de Dios permaneció en ellos, porque la valoraron con todo su corazón (1 Juan 2:14, 24). De igual modo hoy día, para ‘aguantar hasta el fin’ hemos de asegurarnos de que la palabra de Dios permanezca en nosotros (Mateo 24:13). ¿Cómo lo conseguiremos? Una ilustración de Jesús nos brinda la respuesta.

    La expresión : “Oye la palabra”.-  En los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas encontramos la ilustración de Jesús acerca de un sembrador que siembra semillas (Mateo 13:1-9, 18-23; Marcos 4:1-9, 14-20; Lucas 8:4-8, 11-15). Al leer estos relatos, notará que el rasgo principal de la parábola es que semillas de la misma clase caen en diversos tipos de terreno, con diferentes resultados. El primer tipo de terreno es duro, el segundo poco profundo, y el tercero espinoso. En cambio, el cuarto tipo es “tierra excelente” y “buena”. Según la propia explicación de Jesús, la semilla es el mensaje del Reino que se halla en la Palabra de Dios, y la tierra representa a personas con distinta condición de corazón. Aunque todas ellas tienen algunos aspectos en común, las simbolizadas por la tierra excelente poseen una característica que las distingue de las demás.

     El pasaje de Lucas 8:12-15 indica que, en los cuatro casos, las personas ‘oyen la palabra’. Sin embargo, las que poseen “un corazón excelente y bueno” no se conforman con oírla, sino que “la retienen y llevan fruto con aguante”. La tierra excelente y buena, por ser blanda y profunda, permite que las raíces penetren, de manera que la semilla brota y produce fruto (Lucas 8:8). Así mismo, quienes tienen un corazón excelente entienden, valoran y asimilan la palabra de Dios (Romanos 10:10; 2 Timoteo 2:7). Esta permanece en ellos, es decir, en su interior, y por tanto, llevan fruto con aguante. De modo que para demostrar el aguante que exige el discipulado cristiano, es imprescindible que valoremos profunda y sinceramente la Palabra de Dios (1 Timoteo 4:15).

  

15 No amen al mundo ni las cosas que hay en el mundo. Si alguien ama al mundo, el amor al Padre no está en él. 16 Porque nada de lo que hay en el mundo —los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la ostentación de las cosas que uno tiene— proviene del Padre, sino que proviene del mundo. 17 Además, el mundo se está yendo, y sus deseos también, pero el que hace la voluntad de Dios vive para siempre.

 15  Μ γαπτε τν κόσμον μηδ τ ν τ κόσμ. άν τις γαπ τν κόσμον, οκ στιν  γάπη το πατρς ν ατ· 16 τι πν τ ν τ κόσμ,  πιθυμία τς σαρκς κα  πιθυμία τν φθαλμν κα  λαζονία / λαζονεία το βίου, οκ στιν κ το πατρός, λλ / λλ' κ το κόσμου στίν· 17 κα  κόσμος παράγεται κα  πιθυμία ατο,  δ ποιν τ θέλημα το θεο μένει ες τν αἰῶνα.

      El discípulo Santiago escribió: “Cada uno es probado al ser provocado y cautivado por su propio deseo”. Y añadió: “Entonces el deseo, cuando se ha hecho fecundo, da a luz el pecado; a su vez, el pecado, cuando se ha realizado, produce la muerte” (Sant. 1:14, 15). En su afán de romper nuestra relación con Dios, Satanás dirige sus ataques a la cuna de nuestros deseos: el corazón.

    ¿Cómo ataca el Diablo nuestro corazón? “El mundo entero yace en el poder del inicuo”, dice la Biblia (1 Juan 5:19). Por lo tanto, sus armas incluyen “las cosas que están en el mundo” ( 1 Juan 2:15, 16). El Diablo lleva miles de años diseñando el sistema malvado que hoy nos rodea. Puesto que vivimos en este mundo, debemos estar en guardia contra sus astutas estrategias (Juan 17:15).

    Satanás se vale de trampas para corromper los deseos de nuestro corazón. El apóstol Juan mencionó tres señuelos: 1) “el deseo de la carne”, 2) “el deseo de los ojos” y 3) “la exhibición ostentosa del medio de vida”. El Diablo recurrió a los tres cuando tentó a Jesús en el desierto. Y los ha empleado durante tanto tiempo que hoy es un verdadero experto y sabe cuál usar con cada persona teniendo en cuenta sus debilidades. Ahora bien, antes de analizar qué podemos hacer para protegernos, veamos cómo los utilizó en el caso de Eva y el propio Hijo de Dios, y la manera tan distinta en que cada uno reaccionó.

“El deseo de la carne”.- Los seres humanos tenemos una necesidad básica: alimentarnos. Por eso mismo, nuestro Creador diseñó la Tierra para que produjera alimento en abundancia. Pero Satanás puede utilizar ese deseo natural para apartarnos de hacer la voluntad de Dios. Veamos cómo lo hizo en el caso de Eva ( Génesis 3:1-6). Le dijo que podía comer del fruto del “árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo” y que no moriría (Gén. 2:9). Es más, le aseguró que, en cuanto comiera de él, llegaría a ser igual que Dios. Con estas palabras, Satanás insinuó que ella no necesitaba obedecer a Jehová para seguir con vida. ¡Qué mentira tan descarada! ¿Qué haría Eva? Tenía dos opciones: rechazar de plano aquella idea, o seguir dándole vueltas y dejar que el deseo de comer el fruto creciera. Lamentablemente, a pesar de tener a su disposición todos los demás árboles, Eva decidió seguir pensando en lo que el Diablo le dijo acerca del árbol que estaba en medio del jardín. ¿Con qué resultado? “Empezó a tomar de su fruto y a comerlo.” Satanás había sembrado en ella un deseo por algo que el Creador había prohibido.

     Satanás empleó la misma táctica para tentar a Jesús en el desierto. Como este llevaba cuarenta días y cuarenta noches sin comer, el Diablo trató de apelar a su deseo de alimentarse. “Si eres hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan”, le dijo (Luc. 4:1-3). Jesús tenía dos opciones: podía realizar un milagro para satisfacer su hambre, o podía no hacerlo. Él sabía que no debía emplear su poder sobrenatural para complacerse a sí mismo. Aunque estaba hambriento, su relación con Jehová le importaba mucho más. Por eso contestó: “Está escrito: ‘No de pan solamente debe vivir el hombre sino de todo lo que procede de la boca de Jehová’” (Luc. 4:4, nota).

    “El deseo de los ojos”.- Juan mencionó otro señuelo: “el deseo de los ojos”. Esta expresión sugiere que es posible empezar a desear algo con tan solo mirarlo. En el caso de Eva, Satanás apeló a este deseo y dijo: “Tendrán que abrírseles los ojos”. Cuanto más miraba ella el fruto, más lo deseaba. Sí, “a los ojos [el árbol] era algo que anhelar”.

    ¿Y cómo utilizó Satanás “el deseo de los ojos” para tentar a Jesús? “Le mostró todos los reinos de la tierra habitada en un instante de tiempo; y [...] le dijo: ‘Te daré toda esta autoridad y la gloria de ellos’.” (Luc. 4:5, 6.) Obviamente, Jesús no vio todos aquellos reinos con sus ojos físicos. Satanás se los mostró en una visión, pensando que se sentiría tentado al ver su gloria. Entonces tuvo el atrevimiento de decirle: “Si tú haces un acto de adoración delante de mí, todo será tuyo” (Luc. 4:7). Jesús, sin embargo, no quería en absoluto ser la clase de persona que Satanás deseaba que fuera. Por eso contestó: “Está escrito: ‘Es a Jehová tu Dios a quien tienes que adorar, y es solo a él a quien tienes que rendir servicio sagrado’” (Luc. 4:8).

“La exhibición ostentosa del medio de vida ”.- Un comentario bíblico explica que la frase “la ostentación de las cosas que uno tiene” se refiere a alguien que “procura hacerse más importante de lo que es”. Los cristianos no necesitamos que los demás nos admiren. Más bien, seguimos este consejo de la Biblia: “No nos volvamos egocéntricos, fomentando competencias entre unos y otros y envidiándonos unos a otros” (Gál. 5:26). Si somos humildes, no se nos contagiará el espíritu vanidoso de este mundo.

   Entre las cosas que hay en el mundo, Juan mencionó “la exhibición ostentosa del medio de vida”. Cuando Adán y Eva eran los únicos habitantes del planeta, no podían exhibir ante otras personas todo lo que tenían. Pero igualmente manifestaron una actitud orgullosa. ¿Cómo? Al tentar a Eva, Satanás insinuó que Jehová la estaba privando de algo maravilloso. Le dijo que el día que probara el fruto del “árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo” llegaría a ser “como Dios, conociendo lo bueno y lo malo” (Gén. 2:17; 3:5). Con estas palabras, le dio a entender que ella podía independizarse de Jehová. Al parecer, el orgullo la impulsó a creerse aquella mentira. Pensando que no moriría, Eva comió del fruto. ¡Qué equivocada estaba!

     A diferencia de Eva, ¡qué magnífico ejemplo de humildad nos dejó Jesús! Satanás quiso tentarlo nuevamente, esta vez para que hiciera algo que impresionara a otros y pusiera a prueba a Jehová, pero Jesús sabía que aquello sería una clara muestra de orgullo. Por eso respondió sin rodeos: “Dicho está: ‘No debes poner a prueba a Jehová tu Dios’” ( Lucas 4:9-12).

  ¿Cómo podemos proteger nuestra amistad con Jehová ?.- Hoy en día, Satanás se vale de tácticas parecidas a las que usó con Eva y con Jesús. Apela al “deseo de la carne” promoviendo la inmoralidad y los excesos en la comida y la bebida. También trata de despertar “el deseo de los ojos” por medio de la pornografía, sobre todo en Internet, y así captar la atención de quien está desprevenido. Además, intenta alimentar el deseo de prominencia, poder y riquezas para que la gente se vuelva orgullosa y haga una “exhibición ostentosa” de todo lo que tiene.

   “Las cosas que están en el mundo” pueden compararse a los cebos que emplea un pescador. Son atrayentes, pero esconden un anzuelo. Satanás se aprovecha de lo que las personas tal vez consideren necesidades básicas para hacerles desear aquello que Dios prohíbe. Sus engañosas tentaciones están diseñadas para despertar en nosotros malos deseos y corromper nuestro corazón. Con ellas, el Diablo pretende hacernos creer que nuestras necesidades y comodidades son más importantes que obedecer a Jehová. ¿Morderemos el anzuelo?

 

      Otra manera como Satanás busca entramparnos es induciéndonos a amar a este mundo, es decir, la sociedad humana injusta alejada de Dios. Jesús llamó al Diablo “el gobernante del mundo” y agregó: “Él no tiene dominio sobre mí” (Juan 14:30). Nunca permitamos que Satanás nos domine. Por supuesto, somos conscientes de que “el mundo entero yace en el poder de [ese] inicuo” (1 Juan 5:19). Fue por eso por lo que el Diablo pudo ofrecer a Jesús “todos los reinos del mundo” a cambio de un acto de adoración apóstata, algo a lo que el Hijo de Dios se negó rotundamente (Mateo 4:8-10). El mundo gobernado por Satanás odia a los seguidores de Cristo (Juan 15:18-21). ¡Con razón el apóstol Juan nos advirtió que no amáramos al mundo!  No debemos amar al mundo, pues su modo de vida atrae a la carne pecaminosa pero se opone diametralmente a las normas de Jehová Dios.

    ¿Qué podemos hacer si abrigamos amor al mundo en el corazón? En ese caso, roguemos a Jehová que nos ayude a vencer dicho amor junto con los deseos carnales que lo acompañan (Gálatas 5:16-21). De seguro lucharemos por mantenernos “sin mancha del mundo” si recordamos que “las fuerzas espirituales inicuas” son “los gobernantes mundiales” invisibles de la sociedad humana injusta (Santiago 1:27; Efesios 6:11, 12; 2 Corintios 4:4).

     Con relación a sus discípulos, Jesús dijo: “Ellos no son parte del mundo, así como yo no soy parte del mundo” (Juan 17:16). Los cristianos ungidos y sus compañeros dedicados a Dios se esfuerzan por permanecer limpios en sentido moral y espiritual, así como por estar separados del mundo (Juan 15:19; 17:14; Santiago 4:4). Este mundo injusto nos odia porque no pertenecemos a él y porque somos ‘predicadores de justicia’ (2 Pedro 2:5). Es cierto que vivimos en medio de una sociedad en la que hay fornicadores, adúlteros, extorsionistas, idólatras, ladrones, mentirosos y borrachos (1 Corintios 5:9-11; 6:9-11; Revelación 21:8). Pero no respiramos “el espíritu del mundo”, porque esta fuerza motivadora pecaminosa no nos controla (1 Corintios 2:12).

 

     ¿Qué es amor apropiado para la gente del mundo?.- ¿Significaría el ‘no hacerse parte del mundo’ también hacerse un ‘odiador de la humanidad’? Si así fuera, uno se pondría en contra de Jehová Dios, quien, como dijo su Hijo Jesús, “tanto amó [...] al mundo [de la humanidad] que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna”. De modo que la bondad y compasión de Dios para con gente de toda clase nos da el ejemplo que debemos seguir. (Juan 3:16; Mateo 5:44-48.)

    Pero ¿no nos dice el apóstol Juan: “No estén amando ni al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él”? Si Dios mismo amó al mundo, ¿por qué dijo esto el apóstol? (1 Juan 2:15.)

      La Biblia muestra que Dios ama al mundo de la humanidad sencillamente como criaturas humanas en estado imperfecto y moribundo y en desesperada necesidad de ayuda. Por otra parte, Satanás ha organizado a la mayoría de la humanidad en oposición a Dios. Es de ese “mundo” —la sociedad humana apartada de Dios y bajo el control de Satanás— del cual tienen que separarse los cristianos verdaderos. (Santiago 1:27.)

     Esos deseos de la carne y de los ojos y de ensalzamiento personal ciertamente ‘se originan del mundo’. Fueron lo que se desarrolló en los primeros padres de la humanidad e hizo que buscaran independizarse de Dios para procurar satisfacciones egoístas. El seguir estos deseos egoístas resultó en la violación de las leyes de Dios. (Génesis 3:1-6, 17.)

      Considere lo que ve a su alrededor. ¿No edifica la mayoría de la gente su vida alrededor de los deseos de la carne y de los ojos y de “la exhibición ostentosa del medio de vida de uno”? ¿No son estas cosas las que dan forma a sus esperanzas e intereses, y gobiernan la manera como actúan y tratan unos con otros? Debido a esto, la historia de la humanidad es un largo registro de desunión y de guerra, inmoralidad y crimen, de codicia comercial y opresión, de orgullosa ambición y de luchar por fama y poder.

      Podemos ver, pues, que amar al mundo como Dios lo hace difiere muchísimo de amar sus malos deseos y prácticas, que él condena. El amor de Dios a la humanidad ha hecho posible obtener libertad de esos deseos pecaminosos y sus malos resultados, entre los cuales está la muerte misma. Él expresó ese amor dando a su propio Hijo para rescatar a la humanidad. Pero si alguien rechaza ese sacrificio y continúa en la desobediencia, la Biblia dice que “la ira de Dios permanece sobre él”. (Juan 3:16, 36; Romanos 5:6-8.)

    Cómo mantenerse libre del control del “gobernante de este mundo”.-  Entonces, ¿qué hay de nosotros? ¿‘Amamos’ a las personas del mundo en el sentido de tener el deseo sincero de ayudarles a hallar el camino a la vida en el favor de Dios, o amamos las mismísimas cosas que les impiden llegar a ser siervos de Dios... el espíritu de independencia, la exhibición ostentosa de sus recursos, la confianza en su propia importancia y gloria? Si nos encanta estar con la gente por tales cualidades, entonces estamos ‘amando al mundo’ de la manera que condenó el apóstol.

    En los días de Jesús muchas personas amaban los caminos del mundo. Por eso evitaron declararse denodadamente discípulos de Jesús. No querían perder su popularidad ni su puesto entre la gente en sus círculos sociales y religiosos. Amaban la alabanza de los hombres más que la aprobación de Dios. (Juan 12:42, 43.) Es verdad que algunas hacían obras de caridad y ejecutaban otros actos religiosos. Pero efectuaban estas cosas principalmente porque deseaban la alta estima de otras personas. (Mateo 6:1-6; 23:5-7; Marcos 12:38-40.) ¿No ve usted que la gente muestra ese mismo amor por el mal proceder del mundo hoy día? Sin embargo, la Biblia indica que esa clase de “amor” solamente puede llevar a la destrucción.

       El propio Hijo de Dios fue sometido a tentación en estos mismos sentidos. Se hizo el esfuerzo por despertar en él el deseo egoísta de hacer una exhibición ostentosa para impresionar a la gente... para llegar a ser como el mundo. Hasta se le ofreció gobernación sobre todos los reinos del mundo con su gloria. Él rechazó redondamente aquellos llamamientos a los deseos egoístas. Estos venían de aquel que originalmente había desafiado la soberanía de Jehová Dios, Satanás el Diablo. (Lucas 4:5-12.)

    La capacidad de pensar nos ayudará a hacer frente a otra presión sutil. Cuando el viento dirige las olas contra el costado del barco, se denomina mar de través. En condiciones meteorológicas normales, el mar de través puede desviar la nave de su rumbo lentamente; en cambio, en un temporal es capaz de hacerla zozobrar.

    De igual modo, si sucumbimos a la presión que ejerce este mundo malvado para que disfrutemos de todo lo que tiene que ofrecernos, nos arriesgamos a que su estilo de vida materialista nos descarríe en sentido espiritual (2 Timoteo 4:10). De no controlarlo, el amor al mundo acabaría desviándonos por completo del “rumbo” cristiano (1 Juan 2:15). ¿Cómo nos ayudará al respecto la capacidad de pensar?

    Primero, nos permitirá prever los peligros que tengamos que afrontar. El mundo se vale de toda treta comercial imaginable para atraernos. Promueve sin cesar un modelo de vida que supuestamente todo el mundo debería seguir, a saber, el ostentoso estilo de vida de los ricos, las estrellas del espectáculo y los famosos (1 Juan 2:16). Se nos garantiza también la admiración y el favor general, en especial de parte de nuestros compañeros y vecinos. La capacidad de pensar nos ayudará a contrarrestar esta propaganda, recordándonos la importancia de ‘permanecer exentos del amor al dinero’, pues Jehová ha prometido que ‘de ningún modo nos dejará’ (Hebreos 13:5).

   Segundo, la capacidad de pensar impedirá que sigamos a los que se han “desviado de la verdad” (2 Timoteo 2:18). Resulta muy difícil contradecir a las personas que hemos amado y en quienes hemos confiado (1 Corintios 15:12, 32-34). Sin embargo, hasta la más mínima influencia de los que han abandonado la senda del cristianismo podría frenar nuestro progreso espiritual y acabar poniéndonos en peligro. Nos asemejaríamos a un barco que deriva solo un grado del rumbo trazado. Al final de una travesía larga se habrá desviado muchísimo de su puerto de destino (Hebreos 3:12).

     La capacidad de pensar nos permitirá determinar dónde nos hallamos en sentido espiritual y adónde nos dirigimos. Quizá reconozcamos la necesidad de participar a mayor grado en las actividades cristianas (Hebreos 6:11, 12).

   Recuerde que “el mundo va pasando” y será destruido. (2 Pedro 3:6.) Sus deseos y esperanzas perecerán junto con él y los que lo aman. “Pero —dice Juan— el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.” Por lo tanto, mantengamos ante nosotros la esperanza de vida eterna por medio de ‘repudiar los deseos mundanos’ y continuar andando en la luz divina. (Tito 2:11-14.)

 

18 Niñitos, es la última hora. Ustedes oyeron que viene el anticristo. Incluso ahora han aparecido muchos anticristos, y por eso sabemos que es la última hora. 19 Ellos salieron de entre nosotros, pero no eran de los nuestros; porque, si hubieran sido de los nuestros, se habrían quedado con nosotros. Pero salieron para que quedara claro que no todos son de los nuestros. 20 Ustedes han recibido una unción que viene del santo, y todos ustedes tienen conocimiento. 21 Les escribo no porque no conozcan la verdad, sino porque la conocen y porque ninguna mentira proviene de la verdad.

 

18  Παιδία, σχάτη ρα στίν, κα καθς κούσατε τι ντίχριστος ρχεται, κα νν ντίχριστοι πολλο γεγόνασιν· θεν γινώσκομεν τι σχάτη ρα στίν.   

19  ξ μν ξλθαν, λλ' οκ σαν ξ μν· ε γρ ξ μν σαν, μεμενήκεισαν   ν μεθ' μν· λλ' να φανερωθσιν τι οκ εσν πάντες ξ μν. 20  κα μες χρίσμα χετε π το γίου· [κα] οδατε πάντες 21  οκ γραψα μν τι οκ οδατε τν λήθειαν, λλ' τι οδατε ατήν, κα τι πν ψεδος κ τς ληθείας οκ στιν.

 

Anticristo .-Significa “contra (o en lugar de) Cristo”. Aparece cinco veces en las Escrituras tanto en singular como en plural, todas ellas en dos de las epístolas de Juan.   Este tema no era nuevo para los cristianos cuando Juan escribió sus cartas (alrededor del año 98 E.C.). En 1 Juan 2:18 se lee: “Niñitos, es la última hora, y, así como han oído que el anticristo (gr.ἀντίχριστος , an·tí·kjri·stos) viene, aun ahora ha llegado a haber muchos anticristos; del cual hecho adquirimos el conocimiento de que es la última hora”. La declaración de Juan muestra que hay muchos anticristos individuales, aunque todos juntos podrían formar una persona compuesta designada como “el anticristo”. (2Jn 7.) El uso de la expresión “hora” para referirse a un período de tiempo relativamente breve o de duración indeterminada se encuentra en otros escritos de Juan. (Véanse Jn 2:4; 4:21-23; 5:25, 28; 7:30; 8:20; 12:23, 27.) De modo que no limita la aparición, existencia y actividad del anticristo a algún tiempo futuro, más bien, dice que ya está presente e indica que seguirá existiendo. (1Jn 4:3.)

     Identificación. Aunque en el pasado en repetidas ocasiones se ha intentado identificar al “anticristo” con un individuo, como pudiera ser Pompeyo, Nerón o Mahoma (este último a instancias del papa Inocencio III en 1213 E.C.), o con una organización específica —según la opinión de los protestantes “el anticristo” aplica al papado—, las declaraciones inspiradas de Juan muestran que el término tiene una aplicación amplia y abarca a todos aquellos que niegan que “Jesús es el Cristo” y el Hijo de Dios que vino “en carne”. (1Jn 2:22; 4:2, 3; 2Jn 7; compárese con Jn 8:42, 48, 49; 9:22.)

    El negar a Jesús como el Cristo e Hijo de Dios incluye necesariamente la negación de algunas o de todas las enseñanzas bíblicas sobre él: su origen, su lugar en el propósito de Dios, su cumplimiento de las profecías de las Escrituras Hebreas como el Mesías prometido, su ministerio, sus enseñanzas y sus profecías, así como cualquier forma de oposición a él o cualquier esfuerzo por reemplazarlo de su posición de Sumo Sacerdote y Rey asignado por Dios. Esto se ve en otros textos, que, si bien no usan el término “anticristo”, expresan en esencia la misma idea. Así, Jesús declaró: “El que no está de mi parte, contra mí está, y el que no recoge conmigo, desparrama”. (Lu 11:23.) En 2 Juan 7 se muestra que estos podrían actuar como engañadores, así que el “anticristo” incluiría a los que son “falsos Cristos” y “falsos profetas”, así como a aquellos que realizan obras poderosas en el nombre de Jesús pero que él clasifica como “obradores del desafuero”. (Mt 24:24; 7:15, 22, 23.)

     Además, en vista de la regla dada por Jesús en el sentido de que cualquier cosa que se hiciese contra sus verdaderos seguidores sería como hacérsela a él (Mt 25:40, 45; Hch 9:5), el término también debe incluir a quienes los persiguen, lo que significa que debería quedar comprendida en él “Babilonia la Grande”. (Lu 21:12; Rev 17:5, 6.)

     Juan menciona específicamente a los apóstatas como parte del anticristo cuando hace referencia a aquellos que “salieron de entre nosotros”, al abandonar la congregación cristiana. (1Jn 2:18, 19.) Por lo tanto, incluye al “hombre del desafuero” o “hijo de la destrucción” del que habla Pablo, así como a los “falsos maestros” que Pedro denuncia por formar sectas destructivas y que ‘repudian hasta al dueño que los compró’. (2Te 2:3-5; 2Pe 2:1)

En la descripción simbólica de Revelación 17:8-15 y 19:19-21 se muestra que también son parte del anticristo tanto reinos como naciones y organizaciones. (Compárese con Sl 2:1, 2.)

     Las Escrituras muestran que todas las partes integrantes del anticristo antes mencionadas se encaminan hacia su venidera destrucción a causa de su derrotero de oposición.

 

En resumen:

El anticristo no es una sola persona, una organización en particular o una entidad, pues la Biblia dice que hay “muchos anticristos” (1 Juan 2:18). De hecho, el término “anticristo”, que proviene de una palabra griega que significa “contra (o, en lugar de) Cristo”, se refiere a cualquiera que haga lo siguiente:

● Negar que Jesús es el Cristo, o el Mesías, o que es el Hijo de Dios (1 Juan 2:22).

● Oponerse a Cristo, el Ungido de Dios (Salmo 2:1, 2; Lucas 11:23).

● Hacerse pasar por el Cristo (Mateo 24:24).

● Perseguir a los seguidores de Cristo, pues, para Jesús, lo que se les hace a ellos es como si se lo hicieran a él mismo (Hechos 9:5).

● Afirman que son cristianos, pero en realidad hacen lo que es malo o engañan a la gente fingiendo ser lo que no son (Mateo 7:22, 23; 2 Corintios 11:13).

Aunque la Biblia califica a los que hacen estas cosas de anticristos, también se refiere a ellos de forma colectiva como “el anticristo” (2 Juan 7). El anticristo apareció por primera vez en el tiempo de los apóstoles y se ha mantenido activo desde entonces, tal como había predicho la Biblia (1 Juan 4:3).

Cómo podemos identificar a los anticristos

● Los anticristos promueven ideas falsas sobre Jesús (Mateo 24:9, 11). Por ejemplo, los que defienden la doctrina de la Trinidad o que Jesús es el Dios Altísimo van en contra de Jesús, pues él enseñó: “El Padre es mayor que yo” (Juan 14:28).

● Además, no aceptan lo que Jesús dijo sobre cómo actúa el Reino de Dios. Por ejemplo, algunos líderes religiosos dicen que Jesús utiliza a gobiernos humanos para intervenir en los asuntos políticos. Sin embargo, esta idea contradice lo que enseñó Jesús, quien declaró: “Mi reino no es parte de este mundo” (Juan 18:36).

● Afirman que Jesús es su Señor, pero no obedecen sus mandamientos, entre los cuales está el de predicar las buenas nuevas del Reino (Mateo 28:19, 20; Lucas 6:46; Hechos 10:42).

 

     Cuando el término “hora” se usa de manera simbólica o figurada, significa un período de tiempo relativamente corto. Jesús dijo a la muchedumbre que fue contra él: “Esta es su hora y la autoridad de la oscuridad”. (Lu 22:53.) Se dice que los diez cuernos de la bestia salvaje de color escarlata representan diez reyes que reciben autoridad como tales con la bestia salvaje durante “una hora”. (Rev 17:12.) Se exclama sobre Babilonia la Grande: “¡[...] En una sola hora ha llegado tu juicio!”. (Rev 18:10.) Además, en armonía con las palabras de Jesús referentes al trigo y la mala hierba (Mt 13:25, 38), las advertencias de Pablo en cuanto a la apostasía venidera (Hch 20:29 y 2Te 2:3, 7) y la declaración de Pedro en 2 Pedro 2:1-3, el apóstol Juan —el que sobrevivió a los demás apóstoles— muy bien pudo decir: “Niñitos, es la última hora, y, así como han oído que el anticristo viene, aun ahora ha llegado a haber muchos anticristos; del cual hecho adquirimos el conocimiento de que es la última hora”. Era un tiempo muy breve, de hecho, la “última hora”, la parte final del período apostólico, después del cual la apostasía brotaría en toda su plenitud. (1Jn 2:18.)

    Cuando Juan  advierte en contra de los anticristos. (1 Juan 2:18, 19.) Él les recuerda a sus compañeros creyentes que fue de los apóstoles que ‘oyeron que el anticristo viene’. La aparición de “muchos anticristos” mostraba que era “la última hora”, es decir, la última parte del período apostólico. Aunque los que están ‘en contra de Cristo’ forman un “anticristo” compuesto, muchos anticristos individuales pretendieron adorar a Dios pero “no eran de nuestra clase” y abandonaron el cristianismo verdadero. Nos satisface ver que la partida o expulsión de estas personas impide que se corrompa la congregación.

     Los cristianos leales engendrados por espíritu rechazan los puntos de vista de los apóstatas. Dado que la “unción del santo”, Jehová, los ayuda a entender su Palabra, ‘todos ellos tienen conocimiento’. ( 1 Juan 2:20, 21.) Con certeza conocen “la verdad” con relación a Jesucristo, mientras que los apóstatas tienen ideas erróneas acerca de él. Puesto que “ninguna mentira se origina de la verdad”, todos los que aman a Jehová rechazan tales puntos de vista falsos y a los que abogan por ellos.

     Los que han recibido esta invitación tan especial no necesitan que nadie más les confirme que han sido ungidos con espíritu. Jehová mismo se encarga de que no tengan ninguna duda. El apóstol Juan les dice a estos cristianos: “Ustedes tienen una unción [o llamado] del santo; todos ustedes tienen conocimiento. Y en cuanto a ustedes, la unción que recibieron de él permanece en ustedes, y no necesitan que nadie les esté enseñando; antes bien, como la unción de él les está enseñando acerca de todas las cosas, y es verdad y no es mentira, y así como les ha enseñado, permanezcan en unión con él” (1 Juan 2:20, 27). Desde luego, los cristianos ungidos necesitan instrucción igual que todos los demás. Lo que Juan quiso decir es que no necesitan que nadie les diga que han sido invitados al cielo: ¡la fuerza más poderosa del universo se lo ha confirmado!

 

22 ¿Quién es el mentiroso? ¿No es el que niega que Jesús es el Cristo? Este es el anticristo: el que niega al Padre y al Hijo. 23 Todo el que niega al Hijo tampoco tiene al Padre. Pero el que reconoce al Hijo también tiene al Padre. 24 Y ustedes, que lo que oyeron desde el principio permanezca en ustedes. Si lo que oyeron desde el principio permanece en ustedes, también ustedes permanecerán en unión con el Hijo y en unión con el Padre. 25 Además, esto es lo que él mismo nos prometió: la vida eterna.

  

 22Τίς στιν  ψεύστης ε μ  ρνούμενος τι ησος οκ στιν  χριστός; οτός στιν  ντίχριστος,  ρνούμενος τν πατέρα κα τν υόν. 23πς  ρνούμενος τν υἱὸν οδ τν πατέρα χει·  μολογν τν υἱὸν κα τν πατέρα χει. 24μες  κούσατε π' ρχς, ν μν μενέτω· ἐὰν ν μν μείν  π' ρχς κούσατε, κα μες ν τ υἱῷ κα ν τ πατρ μενετε. 25κα ατη στν  παγγελία ν ατς πηγγείλατο μν, τν ζων τν αώνιον.

 

 

      El único escritor bíblico que usa la palabra anticristo es el apóstol Juan. ¿Qué dice de él? En su primera carta comenta: “Es la última hora, y, así como han oído que el anticristo viene, aun ahora ha llegado a haber muchos anticristos; del cual hecho adquirimos el conocimiento de que es la última hora. Ellos salieron de entre nosotros, pero no eran de nuestra clase [...]. ¿Quién es el mentiroso si no es el que niega que Jesús es el Cristo? Este es el anticristo, el que niega al Padre y al Hijo” (1 Juan 2:18, 19, 22).

       ¿Qué aprendemos de estas palabras? Juan habla de “muchos anticristos”, dando a entender que el anticristo lo forman varias personas. Según él, los que lo integran esparcen mentiras —como que Jesús no es el Cristo— o intentan esconder la verdadera identidad de Jesucristo y su Padre. Por lo tanto, pueden ser individuos que engañen a la gente fingiendo ser el Cristo u organizaciones que proclaman ser sus representantes a fin de ganar adeptos. Juan dice que todas estas personas “salieron de entre nosotros”, lo que indica que han rechazado las enseñanzas cristianas. Es más, este grupo ya existía en el tiempo de Juan. Al parecer, la expresión “la última hora” se refería a los años previos a la muerte del último apóstol de Jesús.

      ¿Qué más dijo Juan sobre el anticristo? Afirmó que enseñaría ideas religiosas falsas, pues dijo: “Toda expresión inspirada que confiesa que Jesucristo ha venido en carne se origina de Dios, pero toda expresión inspirada que no confiesa a Jesús no se origina de Dios. Además, esta es la expresión inspirada del anticristo que ustedes han oído que venía, y actualmente ya está en el mundo” (1 Juan 4:2, 3). Más tarde, en su segunda carta, repitió la idea: “Muchos engañadores han salido al mundo, personas que no confiesan a Jesucristo como venido en carne. Este es el engañador y el anticristo” (2 Juan 7). Está claro que para Juan el anticristo es quien esparce mentiras acerca de Jesucristo y de lo que él enseñó.

       Los apóstatas que niegan a Cristo no tienen a Jehová como su Amigo. (Juan 5:23.) Pero los que públicamente ‘confesamos al Hijo tenemos al Padre’ y una relación aprobada con Dios. (Mateo 10:32, 33.) Los primeros seguidores leales de Jesús se asieron de lo que habían oído acerca del Hijo de Dios “desde el principio” de sus vidas como cristianos. Si la misma verdad está en nuestro corazón, ‘continuaremos en unión’ con Dios y con Cristo y recibiremos “la cosa prometida”, a saber, vida eterna. (Juan 17:3).

  

26 Les escribo estas cosas sobre los que tratan de engañarlos. 27 En cuanto a ustedes, la unción que recibieron de él permanece en ustedes, y no necesitan que nadie les esté enseñando. Pero la unción que viene de él, que es verdadera y no es mentira, les está enseñando acerca de todas las cosas. Tal como les ha enseñado, manténganse en unión con él. 28 Así que ahora, hijitos, manténganse en unión con él, para que cuando él sea manifestado podamos hablar con confianza y no nos apartemos de él avergonzados durante su presencia. 29 Si ustedes saben que él es justo, también saben que todo el que practica la justicia ha nacido de él.

 

26Τατα γραψα μν περ τν πλανώντων μς. 27κα μες τ χρίσμα  λάβετε     π' ατο μένει ν μν, κα ο χρείαν χετε να τις διδάσκ μς· λλ' ς τ ατο χρίσμα διδάσκει μς περ πάντων, κα ληθές στιν κα οκ στιν ψεδος, κα καθς δίδαξεν μς, μένετε ν ατ.

28Κα νν, τεκνία, μένετε ν ατ, να ἐὰν φανερωθ σχμεν παρρησίαν κα μ ασχυνθμεν π' ατο ν τ παρουσί ατο. 29ἐὰν εδτε τι δίκαιός στιν, γινώσκετε τι [κα] πς  ποιν τν δικαιοσύνην ξ ατο γεγέννηται.

 

     Para andar en la luz divina y no desviarnos por causa de los apóstatas, necesitamos instrucción espiritual apropiada. ( 1 Juan 2:26-29.) Los que son engendrados por el espíritu tienen una “unción” del espíritu santo, han llegado a conocer a Dios y a su Hijo, y “no necesitan que nadie [un apóstata] les esté enseñando”. Dios, con su espíritu de unción, “está enseñando” a los israelitas espirituales “acerca de todas las cosas” que necesitan saber para adorarlo de manera acepta. (Juan 4:23, 24; 6:45.) Estamos contentos de que como testigos de Jehová recibimos tal instrucción espiritual de Dios por medio del “esclavo fiel y discreto”. (Mateo 24:45-47.)

    Juan exhorta a los bien instruidos ungidos a que “permanezcan en unión” con Dios. Los que estén “en unión con” Jehová también lo están con su Hijo. (Juan 14:19-21.) Se recomienda tal unidad para que “cuando él [Cristo] sea manifestado tengamos franqueza de expresión y no se nos aparte de él avergonzados al tiempo de su presencia”, es decir, durante su Parousía.

   Dado que estamos viviendo durante la “presencia” de Jesús, ¿cómo podemos asegurarnos de que no tenemos nada de qué avergonzarnos y que realmente estamos andando en la luz? Por medio de ‘practicar la justicia.’ Juan razona de esta manera: ‘Si sabemos que Dios es justo’ entonces somos conscientes de que “todo el que practica la justicia ha nacido de él”.

 ποιν del verbo  ποιέω : hacer, practicar,construir, actuar

 τν δικαιοσύνην    de  δικαιοσύνη, ης, ἡ  : rectitud, justicia.

 Practicar la justicia’ significa obedecer los mandamientos de Dios, evitar el desafuero y envolverse en obras buenas como la de hacer discípulos y ayudar a compañeros creyentes. (Marcos 13:10; Filipenses 4:14-19; 1 Timoteo 6:17, 18.) ‘Nacer ( γεννάω ) de’ Dios significa ‘nacer de nuevo’ como hijos espirituales. (Juan 3:3-8.)

    ¿Cómo sabe alguien que ha recibido la llamada celestial? La respuesta se ve con claridad en las palabras que Pablo les escribió a los que estaban en Roma y habían sido “llamados para ser santos”. Les dijo: “Ustedes no recibieron un espíritu de esclavitud que les haga volver a tener miedo, sino que recibieron un espíritu que los adopta como hijos, el espíritu que nos motiva a exclamar: ‘¡Abba, Padre!’. El espíritu mismo da testimonio con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios” (Rom. 1:7; 8:15, 16). Así pues, por medio de su espíritu santo, Dios les deja claro a los ungidos que han recibido la llamada celestial (1 Tes. 2:12).

    Jehová se encarga de que los que reciban su invitación de ir al cielo no tengan ni la más mínima duda en su mente y corazón ( 1 Juan 2:20, 27). Claro está, al igual que todos los demás cristianos, los ungidos necesitan que Jehová les enseñe mediante la congregación. Pero no necesitan que nadie les confirme que son ungidos. Jehová se lo ha dejado totalmente claro mediante la fuerza más poderosa del universo, el espíritu santo.

     Puesto que toda la Palabra de Dios se escribió bajo inspiración (2Ti 3:16), solo ella contiene la enseñanza del espíritu. Por consiguiente, los cristianos no deben prestar la más mínima atención a la enseñanza que esté en conflicto con la Palabra de Dios. El apóstol Juan escribió: “No necesitan que nadie les esté enseñando; antes bien, como la unción de él les está enseñando acerca de todas las cosas, y es verdad y no es mentira, y así como les ha enseñado, permanezcan en unión con él”. (1Jn 2:27.) Juan dirigía estas palabras a los cristianos ungidos por espíritu, que conocían a Jehová Dios y a su Hijo Cristo Jesús y entendían perfectamente la verdad de Dios, por lo que no necesitaban maestros que negasen al Padre y al Hijo. Tales maestros solo podían extraviarles de la verdad que les había enseñado el espíritu de Dios en armonía con lo que los Escritos Sagrados claramente exponen. (1Jn 2:18-26.) Por esa razón los cristianos no deberían recibir a maestros apóstatas en sus hogares, ni siquiera darles un saludo. (2Jn 9-11.)

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