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Estudio de la 1ª carta de Juan cap 5 .docx 1.0.0

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Estudi

 

  CAPÍTULO 5 Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios. Y todo el que ama al que causó el nacimiento ama a quien ha nacido de él. 2 Por esto sabemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. 3 Porque el amor a Dios consiste en esto: en que obedezcamos sus mandamientos; y sus mandamientos no son una carga, 4 porque todo el que ha nacido de Dios vence al mundo. Y esta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe.

 

1 Πς  πιστεύων τι ησος στν  χριστς κ το θεο γεγέννηται, κα πς  γαπν τν γεννήσαντα γαπ [κα] τν γεγεννημένον ξ ατο. 2 ν τούτ γινώσκομεν τι γαπμεν τ τέκνα το θεο, ταν τν θεν γαπμεν κα τς ντολς ατο ποιμεν· 3 ατη γάρ στιν  γάπη το θεο να τς ντολς ατο τηρμεν, κα α ντολα ατο βαρεαι οκ εσίν, 4 τι πν τ γεγεννημένον κ το θεο νικ τν κόσμον. κα ατη στν  νίκη  νικήσασα τν κόσμον,  πίστις μν·

 

 Juan  pasa a mostrar lo que realmente significa amar a Dios. ( 1 Juan 5:1-5.) En primer lugar, el apóstol señala que “todo el que cree que Jesús es el Cristo —el Mesías, o Ungido de Jehová— ha nacido de Dios”, o sea, ha sido engendrado con espíritu procedente de Jehová. Además, todo el que ama al Progenitor, Jehová, ama a cualquier otra persona que ha “nacido de ése”. Sí, todos los hijos ungidos de Dios lo aman y se esperaría que ellos se amaran unos a otros. Tal amor fraternal es también una característica de la “gran muchedumbre” de “otras ovejas” que tienen esperanza terrestre. (Juan 10:16; Revelación 7:9.)

El amor de Dios es eterno.- Jehová ya lo amaba a usted antes de que usted lo amara a él. La Biblia dice que “nosotros amamos porque él nos amó primero” (1 Juan 4:19).    Piense en todo lo que Jehová ha hecho para demostrarnos que nos ama. Nos ha dado un hermoso hogar —la Tierra— y todo lo que necesitamos para disfrutar de la vida (Mateo 5:43-48; Apocalipsis 4:11). Desea que seamos sus amigos y nos ha dado lo necesario para conocerlo. Cuando leemos la Biblia, escuchamos a Jehová. Y él nos escucha a nosotros cuando le oramos (Salmo 65:2). También nos guía y nos da fuerzas con su poderoso espíritu santo (Lucas 11:13). Incluso envió a su amado Hijo a la Tierra para liberarnos del pecado y la muerte ( Juan 3:16; Romanos 5:8).

 Piense en uno de sus mejores amigos, alguien que ha estado a su lado en los momentos buenos y en los malos. Si queremos mantener una amistad así, tenemos que esforzarnos. Lo mismo sucede con nuestra amistad con Jehová, el mejor amigo que podemos tener. De hecho, nuestra amistad con él puede ser eterna. Para eso hay que “mantenerse en el amor de Dios” (Judas 21). ¿Qué debemos hacer para no perder el amor de Dios y demostrarle nuestro amor? La Biblia responde: “El amor a Dios consiste en esto: en que obedezcamos sus mandamientos; y sus mandamientos no son una carga” (1 Juan 5:3).

Recuerde lo que sintió al saber que Jehová quiere que usted viva para siempre en el nuevo mundo. Aprendió todo lo que Dios ha hecho para que eso sea posible y comprendió que él nos hizo un regalo muy valioso al enviar a su Hijo a la Tierra (Mateo 20:28; Juan 8:29; Romanos 5:12, 18). Lo conmovió descubrir lo mucho que Jehová lo ama, y entonces empezó a amarlo ( 1 Juan 4:9, 10).

Pero el amor a Dios que sintió en ese momento fue solo el primer paso. Por ejemplo, cuando amamos a alguien, no solo le decimos “Te quiero”. También nos gusta hacer las cosas que hacen feliz a esa persona. Del mismo modo, cuando usted empezó a amar a Jehová, decidió vivir de la manera que a él le agrada. Y, cuando ese amor creció, es probable que se dedicara a él y se bautizara. Al dedicarse, le prometió a Jehová que le serviría para siempre ( Romanos 14:7, 8). 

 Para demostrarle a Jehová que lo amamos, es necesario que “obedezcamos sus mandamientos”. En la Biblia, Jehová nos dice cómo quiere que vivamos. Por ejemplo, nos dice que no debemos emborracharnos, ni robar, ni mentir, ni tener relaciones sexuales con alguien con quien no estemos casados, ni adorar nada ni a nadie salvo a él (1 Corintios 5:11; 6:18; 10:14; Efesios 4:28; Colosenses 3:9).

 Pero para agradar a Jehová no basta con obedecer sus mandamientos. No nos ha dado una larga lista de leyes para cada situación en la vida. Así que en ocasiones no habrá una ley específica en la Biblia que nos diga lo que debemos hacer. Entonces, ¿cómo podemos tomar buenas decisiones? (Efesios 5:17). La Biblia contiene principios, que son verdades básicas que nos enseñan cómo ve Jehová los asuntos. Al leer la Biblia, descubrimos la personalidad de Jehová. Aprendemos lo que le gusta, lo que odia y muchas otras cosas sobre su manera de pensar ( Salmo 97:10; Proverbios 6:16-19).

 Por ejemplo, ¿cómo decidimos lo que veremos en la televisión o en Internet? Jehová no nos dice de manera específica lo que debemos hacer. Pero nos da principios que nos ayudarán a tomar buenas decisiones. Gran parte del entretenimiento está lleno de violencia y sexo. En la Biblia, Jehová nos dice que “odia a todo el que ama la violencia” y que “juzgará a los que son sexualmente inmorales” (Salmo 11:5; Hebreos 13:4). ¿Cómo nos ayudan estos principios a tomar buenas decisiones? Cuando aprendemos lo que Jehová odia o lo que es inmoral desde su punto de vista, lo evitamos.

 ¿Por qué obedecemos a Jehová? No lo hacemos solo para evitar el castigo o las consecuencias de las malas decisiones (Gálatas 6:7). Más bien, obedecemos a Jehová porque lo amamos. Tal como un niño quiere hacer feliz a su padre, nosotros queremos hacer feliz a nuestro Padre celestial. No hay nada mejor que saber que tenemos su aprobación (Salmo 5:12; Proverbios 12:2).

 Obedecemos a Jehová no solo cuando es fácil o cuando no tenemos otra opción. Y no escogemos qué leyes y normas obedeceremos y cuáles no (Deuteronomio 12:32). Más bien, obedecemos a Jehová en todas las cosas, como el escritor del salmo que dijo: “Les tengo cariño a tus mandamientos, los amo de verdad” (Salmo 119:47; Romanos 6:17). Queremos ser como Noé, que demostró que amaba a Jehová haciendo todo lo que le mandó. La Biblia dice que Noé “lo hizo tal como él había dicho” (Génesis 6:22). ¿Le gustaría que Jehová también dijera eso de usted?

 ¿Cómo se siente Jehová cuando lo obedecemos? Se alegra mucho (Proverbios 11:20; 27:11). ¿Verdad que es algo impresionante? Hacemos feliz al Creador del universo cuando lo obedecemos. Pero él nunca nos obliga a hacerlo. Al contrario, nos ha dado libertad para elegir entre hacer lo que está bien y lo que está mal. Jehová quiere que el amor que sentimos por él nos impulse a tomar buenas decisiones para que nos vaya bien en la vida (Deuteronomio 30:15, 16, 19, 20).

 ¿Deberíamos pensar que los mandamientos de Jehová son demasiado difíciles de obedecer o que nos quitan libertad? La Biblia dice con claridad: “Sus mandamientos no son una carga” (1 Juan 5:3). La palabra griega βαρεαι. Bareiai de βαρύς, εα, ύ,  que aquí se traduce “carga” significa “pesado, opresivo ”. En otros textos bíblicos, esta palabra se usa para referirse a normas poco razonables o a personas que intentan controlar o hacer daño a los demás (Mateo 23:4; Hechos 20:29, 30).

Alude a algo a lo que cuesta conformarse o que es difícil de cumplir. En Mateo 23:4 se emplea la misma palabra para referirse a las “cargas pesadas” —reglas y tradiciones humanas— que los escribas y fariseos imponían sobre el pueblo. ¿Capta el sentido de lo que el anciano apóstol Juan está diciendo? Los mandamientos divinos no son una carga pesada ni son demasiado difíciles de cumplir. (Compárese con Deuteronomio 30:11.) Al contrario, si amamos a Dios, nos alegra satisfacer sus requisitos. Hacerlo nos da una magnífica oportunidad de demostrar el amor que le tenemos a Jehová.

Al indicar que los mandamientos de Jehová no son pesados, la Biblia aclara que no son demasiado difíciles de obedecer. Todo lo que Jehová nos pide es muy razonable.

Por ejemplo, imagínese que está ayudando a un amigo a cambiarse de casa. Él ha guardado todas sus cosas en cajas. Algunas de ellas pesan poco y son fáciles de llevar, mientras que otras son tan pesadas que se tienen que llevar entre dos personas. ¿Verdad que su amigo no le pediría que llevara una caja muy pesada usted solo? Claro que no. ¿Por qué razón? Porque no quiere que usted se haga daño. Jehová es como ese buen amigo. Nunca nos pediría algo que fuera demasiado difícil (Deuteronomio 30:11-14). Jehová comprende quiénes somos, pues “sabe bien cómo estamos formados, se acuerda de que somos polvo” (Salmo 103:14).

 Moisés le dijo a la nación de Israel que los mandamientos de Jehová siempre eran para su bien y que obedecerlos los ayudaría a seguir vivos (Deuteronomio 5:28-33; 6:24). Lo mismo pasa hoy. Todo lo que Jehová nos pide es para nuestro bien ( Isaías 48:17). Nuestro Padre, Jehová, siempre sabe lo que es mejor para nosotros (Romanos 11:33). La Biblia nos dice que “Dios es amor” (1 Juan 4:8). Esto significa que todo lo que Jehová dice y hace es por amor.

 No siempre nos resulta fácil obedecer a Dios. El mundo malvado que nos rodea está gobernado por el Diablo. Él intenta influir en la gente para que haga cosas malas (1 Juan 5:19). Como somos imperfectos, también tenemos que luchar contra pensamientos y sentimientos que podrían llevarnos a desobedecer a Dios (Romanos 7:21-25). Pero nuestro amor por Jehová nos da las fuerzas para hacer lo que está bien. Dios ve los esfuerzos que hacemos por obedecerlo y nos ayuda con su poderoso espíritu santo (1 Samuel 15:22, 23; Hechos 5:32). Gracias a su espíritu, podemos desarrollar cualidades que nos ayudan a obedecerlo (Gálatas 5:22, 23).

 

5 ¿Quién puede vencer al mundo? ¿No es el que tiene fe en que Jesús es el Hijo de Dios? 6 Este es el que vino por medio de agua y sangre, Jesucristo; no solo con el agua, sino con el agua y con la sangre. Y el espíritu da testimonio, porque el espíritu es la verdad. 7 Porque son tres los que dan testimonio: 8 el espíritu, el agua y la sangre, y los tres están de acuerdo.

 5 τίς στιν  δ  νικν τν κόσμον ε μ  πιστεύων τι ησος στν  υἱὸς το θεο;  6 Οτός στιν  λθν δι' δατος κα αματος, ησος Χριστός· οκ ν τ δατι μόνον λλ' ν τ δατι κα ν τ αματι· κα τ πνεμά στιν τ μαρτυρον, τι τ πνεμά στιν  λήθεια. 7 τι τρες εσν ο μαρτυροντες, 8τ πνεμα κα τ δωρ κα τ αμα, κα ο τρες ες τ ν εσιν

Ya que la fe en Jesús es tan importante para que seamos ‘vencedores del mundo’, Juan cita algunos hechos respecto a Cristo que fueron dados por “tres que dan testimonio”.  (1 Juan 5:6-8.) Primeramente, Juan dice que Jesús “vino por medio de agua”. Cuando Jesús fue bautizado en agua para simbolizar que se estaba presentando a sí mismo a Dios, Jehová declaró: “Éste es mi Hijo, el amado, a quien he aprobado”. (Mateo 3:17.) Cristo también fue señalado como el Hijo de Dios “con la sangre” que derramó al morir como rescate. (1 Timoteo 2:5,6.) Además, Juan dice: “El espíritu [santo] es lo que está dando testimonio, porque el espíritu es la verdad”. El que el espíritu descendiera sobre Jesús al ser bautizado probó que él era el Hijo de Dios. (Mateo 3:16; Juan 1:29-34.) El espíritu de Jehová hizo posible que Jesús llevara a cabo su comisión y ejecutara obras poderosas. (Juan 10:37, 38; Hechos 10:38.) Mediante el espíritu, Dios causó una extraña oscuridad, un terremoto y que la cortina del santuario se rasgara cuando Jesús murió, y entonces, por medio del mismo espíritu, Dios lo resucitó. (Mateo 27:45-54.)

¿Cómo dieron testimonio el agua, la sangre y el espíritu de que “Jesús es el Hijo de Dios”? El agua dio testimonio porque cuando Jesús se bautizó en agua, Jehová expresó que lo aprobaba como Hijo suyo (Mat. 3:17). La sangre, que representa la vida que Jesús ofreció como “rescate correspondiente por todos”, también demostró que Cristo es el Hijo de Dios (1 Tim. 2:5, 6). Y el espíritu santo dio testimonio de que Jesús es el Hijo de Dios cuando descendió sobre él durante su bautismo, lo que le permitió ir “por la tierra haciendo bien y sanando a todos los que eran oprimidos por el Diablo” (Juan 1:29-34; Hech. 10:38).

Puede notarse en primer lugar que las palabras “en el cielo, el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo, y estos tres son uno(Mod), que se hallan en traducciones antiguas de 1 Juan 5:7, son en realidad añadiduras espurias al texto original. La traducción Moderna dice en su nota marginal: “El texto entre corchetes, no se halla en MSS. [manuscritos] de más autoridad”. Además, una nota al pie de la página que aparece en la Biblia de Jerusalén, traducción católica, dice que estas palabras son “un inciso [...] ausente de los mss griegos antiguos, de las antiguas versiones y de los mejores mss de la Vulg[ata]”. La obra A Textual Commentary on the Greek New Testament (de Bruce Metzger, 1975, págs. 716-718) traza en detalle la historia de este pasaje espurio. Dice que se encuentra por primera vez en un tratado del siglo IV, titulado Liber Apologeticus, y que aparece en antiguos manuscritos latinos y de la Vulgata a partir del siglo VI. Las traducciones modernas en general, tanto católicas como protestantes, no lo incluyen en el cuerpo principal del texto por reconocer que es de naturaleza espuria (NBE, BJ, VP).

Ejemplos:

Westcott and Hort
οτι τρεις εισιν οι μαρτυρουντες

Tischendorf
οτι τρεις εισιν οι μαρτυρουντες

 

7   τι τρες εσν ο μαρτυροντες, 8   τ πνεμα κα τ δωρ κα τ αμα, κα ο τρες ες τ ν εσιν.

 

μαρτυροντες  del verbo μαρτυρέω, dar testimonio

 

τ πνεμα     de πνεμα, ατος, τό , espíritu                 

   τ δωρ  de δωρ, δατος, τό, agua           

 τ αμα   de αμα, ατος, τό,  sangre,        

    ο τρες ες τ ν εσιν  y   los tres concuerdan, están de acuerdo

 

 9 Nosotros aceptamos el testimonio de los hombres, pero el testimonio de Dios es superior. Porque este es el testimonio que Dios da: el testimonio que dio sobre su Hijo. 10 La persona que pone su fe en el Hijo de Dios lleva el testimonio en su interior. La persona que no tiene fe en Dios lo hace quedar como mentiroso, porque no ha puesto su fe en el testimonio que Dios dio sobre su Hijo. 11 Y este es el testimonio: Dios nos dio vida eterna, y esa vida está en su Hijo. 12 El que tiene al Hijo tiene esa vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene esa vida.

 

9 ε τν μαρτυρίαν τν νθρώπων λαμβάνομεν,  μαρτυρία το θεο μείζων στίν, τι ατη στν  μαρτυρία το θεο τι μεμαρτύρηκεν περ το υο ατο. 10  πιστεύων ες τν υἱὸν το θεο χει τν μαρτυρίαν ν ατ / αυτ·  μ πιστεύων τ θε ψεύστην πεποίηκεν ατόν, τι ο πεπίστευκεν ες τν μαρτυρίαν ν μεμαρτύρηκεν  θες περ το υο ατο. 11 κα ατη στν  μαρτυρία, τι ζων αώνιον δωκεν « θες»  μν, κα ατη  ζω ν τ υἱῷ ατο στίν. 12 χων τν υἱὸν χει τν ζωήν·  μ χων τν υἱὸν το θεο τν ζων οκ χει.

Dios mismo ha dado testimonio respecto a su Hijo. (1 Juan 5:9-12.) “Si recibimos [como verdadero] el testimonio [imperfecto] que los hombres dan [como acostumbramos hacer en conversación y en un tribunal], el testimonio que Dios da es mayor.” (Juan 8:17, 18.) Puesto que ‘Dios no puede mentir’, podemos confiar completamente en ‘el testimonio que él ha dado respecto a su Hijo’. Y Jehová ha dicho que Jesucristo es su Hijo. (Tito 1:2; Mateo 3:17; 17:5.) Además, Dios estaba detrás de los “tres que dan testimonio”, o sea, Su espíritu santo, el agua en que fue bautizado Jesús y la sangre derramada de Cristo.

 “La persona que pone su fe en el Hijo de Dios tiene el testimonio dado en su propio caso” porque toda la evidencia le convence de que Jesús es el Hijo de Dios. Pero “la persona que no tiene fe en Dios” como testigo confiable respecto a Su Hijo, hace que Jehová parezca mentiroso. Por cierto, el resumen del testimonio dado es “que Dios nos dio vida eterna, y esta vida está en su Hijo”. La salvación a vida eterna es posible solo mediante fe en que Jesús es el Hijo de Dios. (Juan 11:25, 26; 14:6; 17:1-3.) De modo que, “el que tiene al Hijo” por medio de creer en él, tiene el don inmerecido de vida eterna. (Juan 20:31.) Pero cualquier persona que carezca de fe en Jesús como el Hijo de Dios no disfrutará de “esta vida”.

Análisis  versículos 9-11

9 Nosotros aceptamos el testimonio de los hombres, pero el testimonio de Dios es superior. Porque este es el testimonio que Dios da: el testimonio que dio sobre su Hijo.

9  ε τν μαρτυρίαν τν νθρώπων λαμβάνομεν,  μαρτυρία το θεο μείζων στίν, τι ατη στν  μαρτυρία το θεο τι μεμαρτύρηκεν περ το υο ατο.

 

 Literalmente:    ε  ( Si ) τν μαρτυρίαν ( el testimonio) τν νθρώπων ( de los hombres) λαμβάνομεν del verbo λαμβάνω ,en presente de indicativo, voz activa indicando condición verdadera( aceptamos, recibimos). Puesto que las condiciones para  un testimonio legalmente válido están establecidas  en (Deuteronomio 19:15) 15 ”Un solo testigo no puede condenar a nadie, sin importar el error o pecado que la persona haya cometido. El asunto debe confirmarse con el testimonio de dos o tres testigos...

(Mateo 18:16) 16 Pero, si no escucha, vuelve acompañado de una o dos personas más para que todo asunto pueda confirmarse con el testimonio de dos o tres testigos.

  μαρτυρία  ( el testimonio) το θεο ( de Dios) μείζων( mayor) στίν(es) porque Dios es siempre veraz

 

τι ( porque) ατη (este)  στν( es)    μαρτυρία ( el testimonio) το θεο  ( de Dios) τι  (  que)  μεμαρτύρηκεν, perfecto de indicativo en voz activa del verbo μαρτυρέω ( él ha testificado, el testimonio que ha dado) περ ( concerniente, acerca de)το ( de) υο ( Hijo) ατο  ( su).

 

10 La persona que pone su fe en el Hijo de Dios lleva el testimonio en su interior. La persona que no tiene fe en Dios lo hace quedar como mentiroso, porque no ha puesto su fe en el testimonio que Dios dio sobre su Hijo.

10     πιστεύων ες τν υἱὸν το θεο χει τν μαρτυρίαν ν ατ / αυτ·     μ πιστεύων τ θε ψεύστην πεποίηκεν ατόν, τι ο πεπίστευκεν ες τν μαρτυρίαν ν μεμαρτύρηκεν  θες περ το υο ατο.

  πιστεύων ( el creyente, la persona que pone fe) ες ( en) τν υἱὸν( el Hijo ) το θεο( de Dios)  χει( del verbo  χω, tener, llevar, poseer) τν μαρτυρίαν ( el testimonio) ν ατ ( en su interior)

 

  Ahora se establece una distinción con   la persona que  μ πιστεύων ( no tiene fe) en Dios  y  que , por  tanto, hace quedar a Dios por mentiroso ( ψεύστην, de ψεύστης, ου, ) ya que ( ο πεπίστευκεν) no cree, no ha puesto fe  en el testimonio(μαρτυρίαν)  que  Dios ha testificado (μεμαρτύρηκεν) acerca de su Hijo ( περ το υο ατο ).

 

11 Y este es el testimonio: Dios nos dio vida eterna, y esa vida está en su Hijo.

11   κα ατη στν  μαρτυρία, τι ζων αώνιον δωκεν « θες»  μν, κα ατη  ζω ν τ υἱῷ ατο στίν.

 

τι Que ) ζων( la vida) αώνιον ( eterna) δωκεν, aoristo de indicativo en voz activa del verbo δίδωμι(  ha dado, dio)  θες, ( Dios) μν   ( a nosotros), κα ατη ( esa)  ζω ( vida )  ν τ υἱῷ ατο ( en su Hijo) στίν   ( está).

 

(Juan 14:6, 7)  Jesús le contestó: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie puede llegar al Padre si no es por medio de mí. 7 Si me conocen a mí, conocerán también a mi Padre. Desde ahora lo conocen y lo han visto”.

(Juan 10:10) 10 El ladrón solo viene para robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.

 

 12 El que tiene al Hijo tiene esa vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene esa vida.

 

 12     χων τν υἱὸν( al Hijo) χει τν ζωήν( tiene esa vida) ·  μ χων τν υἱὸν το θεο  τν ζων οκ χει  (no tiene esa vida).

 

(Juan 5:23, 24) .... 24 De verdad les aseguro que el que oye mis palabras y cree en el que me envió tiene vida eterna y no será juzgado, sino que ha pasado de la muerte a la vida.

 

 

13 Les escribo estas cosas para que ustedes, los que ponen su fe en el nombre del Hijo de Dios, sepan que tienen vida eterna. 14 Y esta es la confianza que tenemos con él: que le podemos pedir cualquier cosa que esté de acuerdo con su voluntad y él nos escucha. 15 Y, si sabemos que él nos escucha cuando le pedimos cualquier cosa, sabemos que tendremos lo que pedimos porque se lo hemos pedido a él.

13 Τατα γραψα μν να εδτε τι ζων χετε αώνιον, τος πιστεύουσιν ες τ νομα το υο το θεο. 14 κα ατη στν  παρρησία ν χομεν πρς ατόν, τι άν τι ατώμεθα κατ τ θέλημα ατο κούει μν. 15 κα ἐὰν οδαμεν τι κούει μν  ἐὰν ατώμεθα, οδαμεν τι χομεν τ ατήματα  τήκαμεν π' ατο.

 

Juan ahora presenta el propósito fundamental de su carta y considera la oración. ( 1 Juan 5:13-15.) Él ha escrito “estas cosas” para que se sepa ‘que tenemos vida eterna’. Esta es nuestra convicción como los que ponemos fe en el “nombre” del Hijo de Dios. (Compárese con 1 Juan 3:23.) Y los apóstatas, que no son de nuestra clase, no pueden destruir esa fe. (1 Juan 2:18, 19.)

 Tenemos la “confianza” en Dios de que, no importa qué pidamos en oración “conforme a su voluntad, él nos oye”. Debidamente, pues, oramos por tales cosas como la santificación del nombre de Jehová, su espíritu, su sabiduría divina y que nos libre del inicuo. (Mateo 6:9, 13; Lucas 11:13; Santiago 1:5-8.) Y “sabemos que hemos de tener las cosas pedidas porque se las hemos pedido a él”, el “Oidor de la oración”. (Salmo 65:2.)

Nuestras oraciones deben ir acompañadas de un sentimiento de confianza en Jehová. El apóstol Juan escribió: “Esta es la confianza que tenemos para con él, que, no importa qué sea lo que pidamos conforme a su voluntad, él nos oye” (1 Juan 5:14). Jehová, el Ser Supremo, el único Dios verdadero y todopoderoso, realmente presta especial atención a las oraciones de sus siervos. El hecho de saber que nuestro amoroso Dios nos oye cuando le expresamos nuestras inquietudes y problemas resulta consolador (Filipenses 4:6).

El apóstol Juan explica con respecto a las oraciones: “Esta es la confianza que tenemos para con él, que, no importa qué sea lo que pidamos conforme a su voluntad, él nos oye” (1 Juan 5:14). Así es, nuestras oraciones deben estar de acuerdo con la voluntad de Dios. Por eso, no escucha a quienes piden cosas como ganar la lotería o una apuesta, ni a quienes oran motivados por malos deseos. El discípulo Santiago previene contra este mal uso de las oraciones. “Piden, y sin embargo no reciben —dice él—, porque piden con un propósito malo, para gastarlo en los deseos vehementes que tienen de placer sensual.” (Santiago 4:3.)

Imaginemos, por ejemplo, que en un partido de fútbol, ambos equipos rezan pidiendo la victoria. ¿Contestará Jehová Dios sus oraciones? Obviamente no, pues son incompatibles entre sí. Lo mismo pasa con los conflictos bélicos de hoy día en los que cada ejército pide la victoria para su bando.

Además, quienes desobedecen las leyes divinas tampoco pueden esperar que Jehová los escuche. Fijémonos en lo que Dios dijo en cierta ocasión a quienes le servían con hipocresía: “Aunque hagan muchas oraciones, no escucho; sus mismas manos se han llenado de derramamiento de sangre” (Isaías 1:15). La Biblia dice sin rodeos: “El que aparta su oído de oír la ley... hasta su oración es cosa detestable” (Proverbios 28:9).

Sin embargo, Jehová sí escucha las oraciones de quienes se esfuerzan por servirle de acuerdo con Su voluntad. Claro, esto no quiere decir que siempre acceda a todas sus peticiones. Veamos algunos ejemplos bíblicos que así lo demuestran.

Pensemos en el caso de Moisés. Él tenía una estrecha relación con Dios; aun así, también tenía que orar “conforme a su voluntad”. En una ocasión, le suplicó que lo dejara entrar en la tierra de Canaán: “Déjame pasar, por favor, y ver la buena tierra que está al otro lado del Jordán”. Pero su petición era contraria a la voluntad de Jehová, quien tiempo antes lo había castigado por un pecado prohibiéndole entrar en la Tierra Prometida. Por eso, Dios no le dio lo que pedía y le dijo: “¡Basta ya! Nunca me vuelvas a hablar de este asunto” (Deuteronomio 3:25, 26; 32:51).

Otro caso es el del apóstol Pablo. Él pedía a Dios que lo librara de lo que él llamaba “una espina en la carne” (2 Corintios 12:7). Puede que esa “espina” fuera un problema crónico de la vista o el acoso constante de enemigos y “falsos hermanos” (2 Corintios 11:26; Gálatas 4:14, 15). Pablo cuenta: “Tres veces supliqué al Señor que esta se apartara de mí”. Pero Jehová sabía que si Pablo seguía predicando pese a esa molesta “espina en la carne”, se demostrarían el poder de Dios y la confianza que el apóstol tenía en Él. Así pues, en vez de quitarle esa “espina”, le dijo: “Mi poder está perfeccionándose en la debilidad” (2 Corintios 12:8, 9).

 

¿Qué significa poner fe “en el nombre del Hijo de Dios”? .- (1 Juan 5:13.)  Significa obedecer todos los mandamientos de Cristo, entre ellos el de ‘amarnos unos a otros’ (Juan 15:14, 17). El amor procura hacer el bien a los demás. Erradica el prejuicio racial, religioso y social

 

16 Si alguien llega a ver a su hermano cometiendo un pecado que no lleva a la muerte, pedirá, y Dios le dará vida. Esto es para quienes no cometen un pecado que lleva a la muerte. Hay un pecado que sí lleva a la muerte. Por ese pecado es por el que no le digo que pida. 17 Toda injusticia es pecado, pero hay un pecado que no lleva a la muerte.

18 Sabemos que nadie que ha nacido de Dios practica el pecado, sino que aquel que nació de Dios lo protege, y el Maligno no lo puede tocar. 19 Sabemos que nosotros provenimos de Dios, pero el mundo entero está bajo el poder del Maligno. 20 Y sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para que lleguemos a conocer al que es verdadero. Y estamos en unión con el que es verdadero por medio de su Hijo, Jesucristo. Ese es el Dios verdadero y la vida eterna. 21 Hijitos, cuidado con los ídolos.

 

   16    άν τις δ τν δελφν ατο μαρτάνοντα μαρτίαν μ πρς θάνατον, ατήσει, κα δώσει ατ ζωήν, τος μαρτάνουσιν μ πρς θάνατον. στιν μαρτία πρς θάνατον· ο περ κείνης λέγω να ρωτήσ. 17 πσα δικία μαρτία στίν, κα στιν μαρτία ο πρς θάνατον.

18 Οδαμεν τι πς  γεγεννημένος κ το θεο οχ μαρτάνει, λλ'  γεννηθες κ το θεο τηρε ατόν, κα  πονηρς οχ πτεται ατο. 19 οδαμεν τι κ το θεο σμέν, κα  κόσμος λος ν τ πονηρ κεται. 20 οδαμεν δ τι  υἱὸς το θεο κει, κα δέδωκεν μν διάνοιαν να γινώσκομεν / γινώσκωμεν τν ληθινόν· καί σμεν ν τ ληθιν, ν τ υἱῷ ατο ησο Χριστ. οτός στιν  ληθινς θες κα ζω αώνιος.

21 Τεκνία, φυλάξατε αυτ π τν εδώλων.

 

Si bien Jehová perdona sus pecados e imperfecciones, en su carne persiste una lucha, como explicó Pablo en su carta a los Romanos (7:21-25), una lucha entre la ley implantada en su mente renovada (Ro 12:2; Ef 4:23), o la “ley de Dios”, y la “ley del pecado”, anidada en sus miembros. Esto se debe a que no gozan de un cuerpo perfecto aunque se les ha imputado justicia y perdonado sus pecados. Esta lucha interior pone a prueba su integridad a Dios; pueden ganarla con la ayuda del espíritu de Dios y el auxilio de su misericordioso sumo sacerdote, Jesucristo. (Ro 7:25; Heb 2:17, 18.) Sin embargo, para ganarla se requiere que constantemente ejerzan fe en el sacrificio redentor de Cristo y le sigan, manteniendo así su condición de justos a la vista de Dios (compárese con Rev 22:11) y asegurando para sí “su llamamiento y selección”. (2Pe 1:10; Ro 5:1, 9; 8:23-34; Tit 3:6, 7.) Si, por el contrario, incurren en una práctica del pecado, apartándose de la fe, pierden su condición favorecida ante Dios, su justificación, porque están ‘fijando de nuevo en un madero al Hijo de Dios para sí mismos y exponiéndolo a vergüenza pública’ (Heb 6:4-8), lo que supondría la destrucción de ellos. (Heb 10:26-31, 38, 39.) A este respecto, Jesús habló del pecado imperdonable, y el apóstol Juan distinguió entre el “pecado que no incurre en muerte” y el que “sí incurre en muerte”. (Mt 12:31, 32; 1Jn 5:16, 17.)

Cuando en 1 Juan 5:16, 17 Juan habla de un “pecado que sí incurre en muerte”, a diferencia del que no, se refiere al pecado voluntario, consciente. (Compárese con Nú 15:30.) Si hay prueba de que alguien ha pecado de manera voluntaria y consciente, el cristiano no debería orar por esa persona. Naturalmente, Dios es el juez final de la actitud de corazón del pecador. (Compárese con Jer 7:16; Mt 5:44; Hch 7:60.)

 

No sorprende, pues, que la Biblia hable de “un pecado que sí incurre en muerte”. (1 Juan 5:16; compáralo con Mateo 12:31.) No se trata sencillamente de una debilidad de la carne, sino de un pecado que se ejecuta deliberada y obstinadamente. El factor que lo convierte en imperdonable no es tanto el pecado en sí como la condición de corazón del individuo.

No obstante, el hecho de que te angustie tu mala conducta prueba que no has cometido un pecado imperdonable. La Biblia dice que “la tristeza de manera piadosa obra arrepentimiento para salvación”. (2 Corintios 7:10.) Fíjate en la exhortación que se da en Santiago 4:8-10: “Límpiense las manos, pecadores, y purifiquen su corazón, indecisos. Dense a la desdicha, y laméntense, y lloren. Que su risa se torne en lamento, y su gozo en desaliento. Humíllense a los ojos de Jehová, y él los ensalzará”.

Es probable que el mal sea de naturaleza grave. ¿Es irremediable tal situación? No necesariamente. ¿Recuerdas a Manasés, uno de los reyes de Judá? A pesar de que cometió pecados gravísimos, como la práctica de espiritismo y el sacrificio de niños, Dios lo perdonó a causa de su arrepentimiento sincero. (2 Crónicas 33:10-13.) ¿Y el rey David? Tras haberse arrepentido de sus actos inicuos, descubrió que Jehová es un Dios “bueno y [está] listo para perdonar”. (Salmo 86:5.)

Los cristianos tenemos la certeza de que “si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y limpiarnos de toda injusticia”. (1 Juan 1:9.) ¿A quién debemos hacer confesión? Ante todo, a Jehová Dios. “Delante de él derramen ustedes su corazón.” (Salmo 32:5; 62:8.) Te puede resultar útil leer la confesión contrita que realizó David en el Salmo 51.

Por otro lado, la Biblia insta a los cristianos que son culpables de un pecado grave a hablar con los ancianos de la congregación. (Santiago 5:14, 15.) Sus consejos y oraciones sinceros pueden ayudarte a restablecer la relación con Dios y a recuperar una conciencia limpia. Ellos saben distinguir entre la debilidad y la maldad. También deberían procurar que recibas la ayuda necesaria para que no caigas en el mismo error.

Ahora bien, a veces el joven ‘da un paso en falso antes de darse cuenta de ello’ (Gálatas 6:1), o permite que lo domine un impulso carnal. El joven que se encuentra en esta situación puede albergar un terrible sentimiento de culpa, que tal vez no guarde proporción con el mal cometido, y por ello se angustia sin necesidad. La intensidad del sentimiento de culpa quizás se deba a que tiene una conciencia sana pero hipersensible. (Romanos 14:1, 2.) Recuerda que cuando pecamos “tenemos un ayudante para con el Padre, a Jesucristo, uno que es justo”. (1 Juan 2:1, 2.)

La masturbación es sin duda un hábito inmundo. (2 Corintios 7:1.) No obstante, la Biblia no la incluye entre los pecados graves como la fornicación. De hecho, ni siquiera la menciona. Por lo tanto, difícilmente sería imperdonable el que alguien tuviera un desliz y se masturbara. Pensar que es un pecado imperdonable en realidad podría ser peligroso, pues el joven tal vez razone que de nada sirve tratar de vencer el problema. Pero los principios bíblicos indican que el cristiano debe esforzarse enérgicamente por dejar este hábito. (Colosenses 3:5.) Jehová sabe que “todos tropezamos muchas veces”. (Santiago 3:2.) En caso de que reincida, el joven no tiene por qué sentirse condenado.

Lo mismo sucede con otros deslices y errores. Jehová no exige que nos mortifiquemos con un sentimiento excesivo de culpa. Por el contrario, se alegra cuando tomamos medidas para corregir el problema. (2 Corintios 7:11; 1 Juan 3:19, 20.)

 Después Juan habla acerca de la oración y de dos tipos de pecado. ( 1 Juan 5:16, 17.) “Un pecado que no incurre en muerte” no es deliberado, y no sería incorrecto orar para que el malhechor arrepentido sea perdonado. (Hechos 2:36-38; 3:19; Santiago 5:13-18.) Pero sería incorrecto orar respecto a “un pecado que sí incurre en muerte” debido a que este es un pecado deliberado contra el espíritu santo, por el cual el perdón es imposible. (Mateo 12:22-32; Hebreos 6:4-6; 10:26-31.) Tales pecadores van al Gehena y experimentan destrucción eterna en “la muerte segunda”. (Revelación 21:8; Mateo 23:15.) Por lo tanto, Jehová es el Juez final, y no nos arriesgamos a desagradarle al orar por un pecador cuando los hechos muestran que es culpable de un “pecado [deliberado] que sí incurre en muerte”.

En consecuencia, “si alguno [especialmente un anciano ungido con espíritu] alcanza a ver a su hermano pecando un pecado que no incurre en muerte [“la muerte segunda”], pedirá, y él [Dios] le dará vida [al pecador]”, salvándolo así de la destrucción eterna. Por supuesto, “toda injusticia es pecado”, es decir, errar el blanco en lo que se refiere a las justas normas de Dios. “Sin embargo, hay un pecado que no incurre en muerte” porque resulta de nuestra imperfección, estamos arrepentidos y el pecado es perdonado mediante el sacrificio de Cristo.

 Juan ahora resume los puntos básicos de su carta. (1 Juan 5:18-21.) Todo el que ha “nacido de Dios” como cristiano ungido con espíritu “no practica el pecado”. Jesucristo, “Aquel que nació de Dios” mediante el espíritu santo, “lo vigila, y el inicuo [Satanás] no logra asirlo”. Tal cristiano ungido leal puede orar con confianza para ser librado del inicuo y puede, con “el escudo grande de la fe”, librarse del daño espiritual que pueden causarle los “proyectiles encendidos” de Satanás. (Mateo 6:13; Efesios 6:16.)

 Puesto que los ungidos tienen evidencia de que son hijos espirituales de Jehová, pueden decir: “Sabemos que nosotros nos originamos de Dios”. El hecho de que tienen fe en Cristo y no practican el pecado demuestra que son los hijos de Dios que Satanás no ha ‘logrado asir’. “Pero el mundo entero [la injusta sociedad humana] yace en el poder del inicuo”, Satanás el Diablo. (Efesios 2:1, 2; Revelación 12:9.) El mundo se somete a la inicua influencia y dominación de Satanás y no hace ningún esfuerzo por librarse con el fin de efectuar la voluntad divina.

Algunos maestros falsos insistían en decir que Cristo no había venido en la carne. (2 Juan 7.) Pero la evidencia que se presenta en esta carta autoriza a Juan a decir: “Nosotros sabemos que el Hijo de Dios ha venido”. (1 Juan 1:1-4; 5:5-8.) Además, Jesús “nos ha dado capacidad intelectual”, o “percepción mental”, para que “adquiramos el conocimiento del verdadero”, un entendimiento progresivo de Dios. (Mateo 11:27.) De modo que “estamos en unión con el verdadero [Jehová Dios], por medio de su Hijo Jesucristo”. (Compárese con Juan 17:20, 21.)

 Los que están en unión con el Dios verdadero Jehová —sean miembros del resto ungido o de las “otras ovejas”—, desean agradarle en todo. Pero las tentaciones de envolverse en la idolatría existieron en el primer siglo, tal como existen hoy día. Por eso, Juan apropiadamente concluye su carta con el consejo paternal: “Hijitos, guárdense de los ídolos”. Como cristianos, no nos inclinamos ante las imágenes. (Éxodo 20:4-6.) También sabemos que sería incorrecto ponerse a sí mismos, a los placeres, o a cualquier otra cosa en el lugar de Dios. (2 Timoteo 3:1, 2, 4.) Además, nuestra dedicación a él no deja lugar para que adoremos a la “bestia salvaje” política ni a su “imagen”. (Revelación 13:14-18; 14:9-12.) Por lo tanto, con la mira de agradar a nuestro Padre celestial y recibir su don de vida eterna, estemos resueltos a evitar toda clase de idolatría y nunca permitamos que esta destruya nuestra relación preciosa con Jehová mediante Jesucristo.

Como un resumen: La primera carta inspirada de Juan ayudó a los cristianos del primer siglo a evitar la idolatría. Los capacitó para oponerse a las mentiras de los apóstatas y sirve este mismo propósito hoy día. Por ejemplo, prueba que Jesucristo vivió como hombre y murió como “un sacrificio propiciatorio” por los pecados. La carta identifica al “anticristo” y hace una distinción entre los hijos de Dios y los hijos del Diablo. Muestra cómo probar las “expresiones inspiradas” para saber si se originan de Jehová. Además, las palabras de Juan nos convencen de que “Dios es amor”, que la fe verdadera vence al mundo y que Jehová oye las oraciones de sus testigos leales.

 Frente a las tentaciones mundanas, ¡qué sabio es que tengamos presente la advertencia de Juan en contra de amar al mundo! Si las diferencias personales ejercieran presión sobre nuestra relación con ciertos compañeros creyentes, las palabras del apóstol pueden recordarnos que podemos demostrar que somos amadores de Dios al desplegar amor fraternal. Con la ayuda divina y por medio de aplicar el consejo de Juan, podemos evitar la práctica del pecado y mantener la fe que vence al mundo. De modo que, mostremos nuestra gratitud por esta carta inspirada al continuar andando en la luz divina, viviendo como hijos de Dios y siempre desplegando amor y fe para la gloria de nuestro Padre celestial, Jehová.

 

 Una razón por la que no somos parte del mundo es nuestra estrecha relación con Jehová. El apóstol Juan escribió: “Sabemos que nosotros nos originamos de Dios, pero el mundo entero yace en el poder del inicuo” (1 Juan 5:19). Es evidente que las palabras de Juan acerca del mundo son ciertas. Las guerras, la delincuencia, la crueldad, la opresión, la falta de honradez y la inmoralidad que tanto proliferan hoy son prueba de la influencia de Satanás, no de la de Dios (Juan 12:31; 2 Corintios 4:4; Efesios 6:12). Cuando alguien se hace testigo de Jehová, no practica ni aprueba tales maldades, y eso hace que no sea parte del mundo (Romanos 12:2; 13:12-14; 1 Corintios 6:9-11; 1 Juan 3:10-12).

 Juan señaló que los cristianos, a diferencia del mundo, “nos originamos de Dios”. Todo el que se dedica a Jehová le pertenece a él. El apóstol Pablo dijo a este respecto: “Tanto si vivimos, vivimos para Jehová, como si morimos, morimos para Jehová. Por consiguiente, tanto si vivimos como si morimos, pertenecemos a Jehová” (Romanos 14:8; Salmo 116:15). Dado que pertenecemos a Jehová, le damos devoción exclusiva (Éxodo 20:4-6). De modo que no dedicamos nuestra vida a ninguna causa seglar. Aunque respetamos los emblemas nacionales, no los adoramos ni con hechos ni con nuestra actitud. Y, desde luego, tampoco adoramos a estrellas del deporte ni a otros ídolos modernos. Por supuesto, respetamos el derecho que los demás tienen de hacer lo que quieran, pero nosotros adoramos únicamente al Creador (Mateo 4:10; Revelación 19:10). Este es otro factor que nos separa del mundo.

Muchos dictadores mantienen a los ciudadanos bajo su control dejándolos en la ignorancia, impidiendo que se enteren de las cosas. Jesús, en cambio, estuvo dispuesto a transmitir mucho de lo que sabía del Padre, a revelarlo sin reservas ( Mateo 11:27). Además, como dijo uno de sus discípulos: “El Hijo de Dios [...] nos ha dado capacidad intelectual para que adquiramos el conocimiento del verdadero”, es decir, de Jehová (1 Juan 5:20). ¿Qué significa eso? Que les abrió la mente para que pudieran comprender lo que les decía sobre el Padre. No ocultó a Jehová en una nube de misterio enseñándoles que era parte de una incomprensible Trinidad.

 ¿Reveló Jesús todo lo que sabía de su Padre? Lo cierto es que no, pues hubo muchas cosas sobre las que guardó silencio ( Juan 16:12). ¿Por qué? Él mismo aclaró la razón cuando les dijo a sus discípulos: “No las pueden soportar ahora”. Sin embargo, les explicó que les sería revelado mucho conocimiento cuando llegara “el ayudante”, el espíritu santo, el cual los guiaría “a toda la verdad” (Juan 16:7, 13). Tal como los buenos padres no les cuentan ciertas cosas a los hijos hasta que estos tienen suficiente edad para entenderlas, Cristo no les reveló a sus discípulos ciertos hechos referentes al Padre hasta que fueron maduros y capaces de comprenderlos. Bondadosamente, tuvo en cuenta sus limitaciones.

¿Quién es “el Dios verdadero y vida eterna”?. Jehová , el Padre de nuestro Señor Jesucristo, es el Dios verdadero. Él es el Creador, el que da vida eterna a todos los que le aman. Así es como responderían a la pregunta planteada en el título muchas personas que leen la Biblia y creen en ella. De hecho, Jesús mismo dijo: “Esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo” (Juan 17:3).

No obstante, muchos feligreses dan a la expresión del título un sentido distinto. Dichas palabras están tomadas de 1 Juan 5:20, que dice en parte: “Estamos en unión con el verdadero, por medio de su Hijo Jesucristo. Este es el Dios verdadero y vida eterna”.

(1 Juan 5:19, 20) .... 20 Y sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para que lleguemos a conocer al que es verdadero. Y estamos en unión con el que es verdadero por medio de su Hijo, Jesucristo. Ese es el Dios verdadero y la vida eterna.

 20  οδαμεν  (sabemos) δ  ( ahora)  τι(  que )  υἱὸς ( el Hijo) το θεο  ( de Dios)  κει  ( ha venido ), κα ( y )  δέδωκεν ( ha dado ) μν ( nos, a nosotros) διάνοιαν  ( entendimiento ) να ( para que ) γινώσκομεν / γινώσκωμεν( presente de subjuntivo, voz activa del verbo γινώσκω, aprender, llegar a conocer, conocer) τν ληθινόν·( de  ληθινός, η, ον, el que es verdadero, real, genuino )

Καί ( y ) σμεν ν ( estamos en unión con )τ ληθιν ( el que es el verdadero), ν (en, por medio de) τ υἱῷ ατο ( su Hijo ) ησο Χριστ   ( Jesucristo) .

 Οτός ( ese ) στιν ( es)  ληθινς ( el verdadero) θες ( Dios) κα ( y ) ζω   ( la vida )αώνιος  ( eterna).

Los que creen en la doctrina de la Trinidad sostienen que el pronombre demostrativo “este” ( Οτός ,hóu·tos) se refiere a su antecedente inmediato, Jesucristo, y afirman que Jesús es “el Dios verdadero y vida eterna”. Sin embargo, tal interpretación se contradice con el resto de las Escrituras. Además, muchos biblistas acreditados no aceptan este punto de vista trinitario. El erudito B. F. Westcott, de la Universidad de Cambridge, escribió: “La referencia más natural [del pronombre Οτός, hóu·tos] no es al sujeto más próximo, sino al que predominaba en la mente del apóstol”. Por lo tanto, en quien pensaba el apóstol Juan era en el Padre de Jesús. El teólogo alemán Erich Haupt escribió: “Hay que determinar si el [  Οτός ,hóu·tos] de la siguiente oración se refiere al sujeto que precede inmediatamente a dicho pronombre [...] o al antecedente más distante: Dios. [...] Parece más lógico que se trate de un testimonio a favor del único Dios verdadero que de una afirmación de la divinidad de Cristo, a juzgar por la advertencia final respecto a los ídolos”.

Incluso A Grammatical Analysis of the Greek New Testament (Análisis gramatical del Nuevo Testamento griego), publicado por el Pontificio Instituto Bíblico de Roma, afirma: “[ Οτός ,Hóu·tos]: como culminación de [los versículos] 18-20, la ref[erencia] es casi segura a Dios, el real, el verdadero, [en] contr[aste con] el paganismo (v. 21)”.

El término Οτός , hóu·tos —que por lo general se traduce por “este, esta, esto”— a menudo no designa el sujeto que le precede inmediatamente en una frase. Otros versículos arrojan luz sobre esta cuestión. En 2 Juan 7, el mismo apóstol y escritor de la primera carta dice: “Muchos engañadores han salido al mundo, personas que no confiesan a Jesucristo como venido en carne. Este [Οτός , hóu·tós] es el engañador y el anticristo”. Aquí el pronombre no puede aludir al antecedente más cercano, o sea, Jesús. Es obvio que “este” se refiere a los que negaron a Jesús, quienes en conjunto son “el engañador y el anticristo”.

En su Evangelio, el apóstol Juan escribió: “Andrés el hermano de Simón Pedro era uno de los dos que oyeron lo que Juan dijo y siguieron a Jesús. Primero halló este [Οτός , hóu·tos] a su propio hermano, Simón” (Juan 1:40, 41). Está claro que “este” no se refiere a la última persona mencionada, sino a Andrés. En 1 Juan 2:22, el apóstol utiliza el mismo pronombre de forma similar.

Lucas hace un uso parecido de este pronombre demostrativo, como se observa en Hechos 4:10, 11: “En el nombre de Jesucristo el Nazareno, a quien ustedes fijaron en un madero, pero a quien Dios levantó de entre los muertos, por este se halla este hombre de pie aquí sano delante de ustedes. Esta [Οτός , hóu·tós] es ‘la piedra que fue tratada por ustedes los edificadores como de ningún valor, que ha llegado a ser cabeza del ángulo’”. El pronombre “esta” no se refiere obviamente al hombre que fue sanado, aunque se le mencione a él justo antes del vocablo Οτός, hóu·tos. Es patente que, en el versículo 11, “esta” se refiere a Jesucristo el Nazareno, quien es “la piedra angular” sobre la que se funda la congregación cristiana (Efesios 2:20; 1 Pedro 2:4-8).

Apoya también este razonamiento el pasaje de Hechos 7:18, 19, que dice: “Se levantó sobre Egipto un rey diferente, que no sabía acerca de José. Este [ Οτός , hóu·tos] empleó astucia estatal en contra de nuestra raza”. “Este” que oprimió a los judíos no era José, sino Faraón, el rey de Egipto.

Los anteriores pasajes confirman la observación del helenista Daniel Wallace, quien dice que tocante a los pronombres demostrativos griegos, “lo que contextualmente pudiera ser el antecedente más próximo tal vez no sea el antecedente más próximo en la mente del escritor”.

Ciertamente “el verdadero” es Jehová, el Padre de Jesucristo. Él es el único Dios verdadero, el Creador. El apóstol Pablo reconoció: “Realmente para nosotros hay un solo Dios el Padre, procedente de quien son todas las cosas” (1 Corintios 8:6; Isaías 42:8). Otra razón por la que Jehová es “el verdadero”, como se le califica en 1 Juan 5:20, es que él es la Fuente de la verdad. El salmista llamó a Jehová “el Dios de la verdad” porque es fiel en todo lo que hace y no puede mentir (Salmo 31:5; Éxodo 34:6; Tito 1:2). Refiriéndose a su Padre celestial, Jesús dijo: “Tu palabra es la verdad”. Y con respecto a su propia enseñanza, aseveró: “Lo que yo enseño no es mío, sino que pertenece al que me ha enviado” (Juan 7:16; 17:17).

Jehová también es “vida eterna”. Él es la Fuente de la vida y es Quien la da como una dádiva inmerecida por medio de Cristo (Salmo 36:9; Romanos 6:23). Además, el apóstol Pablo dijo que Dios es “remunerador de los que le buscan solícitamente” (Hebreos 11:6). Jehová remuneró a su Hijo levantándolo de entre los muertos y remunerará con vida eterna a los que le sirven de todo corazón (Hechos 26:23; 2 Corintios 1:9).

Por consiguiente, ¿a qué conclusión deberíamos llegar? Pues que Jehová, y nadie más, es “el Dios verdadero y vida eterna”. Él es el único que merece recibir devoción exclusiva de aquellos a quienes creó (Revelación [Apocalipsis] 4:11).

Investigación:

(1 Juan 5:19, 20) .... 20 Y sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para que lleguemos a conocer al que es verdadero. Y estamos en unión con el que es verdadero por medio de su Hijo, Jesucristo. Ese es el Dios verdadero y la vida eterna.

 20  οδαμεν δ τι  υἱὸς το θεο κει, κα δέδωκεν μν διάνοιαν να γινώσκομεν / γινώσκωμεν τν ληθινόν· καί σμεν ν τ ληθιν, ν τ υἱῷ ατο ησο Χριστ. οτός στιν  ληθινς θες κα ζω αώνιος.

 Por τν ληθινόν  se describe a Dios, (Juan 17:3)   Esto significa vida eterna: que lleguen a conocerte a ti, el único Dios verdadero, y a quien tú enviaste, Jesucristo.

  Jehová  es el Dios verdadero, que ha enviado a su Hijo al mundo; la venida de Cristo ( υἱὸς το θεο κει )  no ha sido ineficaz, sino que ha producido en los creyentes el entendimiento, el conocimiento ( διάνοιαν )  de Dios ( del Dios verdadero Jehová) ,   Ese entendimiento nos permite estar “en unión con el que es verdadero por medio de su Hijo, Jesucristo “ Así lo expresa el apóstol : καί σμεν ν τ ληθιν ν τ υἱῷ ατο ησο Χριστ .

   La conjunción  τι ( que) introduce dos oraciones copulativas:

 υἱὸς το θεο κει, el Hijo de Dios ha venido.

κα δέδωκεν μν διάνοιαν y nos ha dado entendimiento

Esta segunda oración es la principal de la que se deriva una oración subordinada introducida por la conjunción  να ( para que)

να γινώσκομεν  τν ληθινόν , para que lleguemos a conocer al que es verdadero

Por otra parte, la siguiente oración  introducida por una conjunción copulativa:

καί σμεν ν τ ληθιν, ν τ υἱῷ ατο ησο Χριστ,

Y estamos en unión con el que es verdadero por medio de su Hijo, Jesucristo.

No depende de    τι( que ) sino que  forma una oración independiente. En ella ν τ ληθιν, (el que es verdadero ) se refiere a τν ληθινόν (el que es verdadero ) de la subordinada anterior.

Por tanto, ambas se refieren al mismo, es decir a Jehová el Dios verdadero.

Sería  arbitrario entender por τν ληθινόν al  Dios verdadero Jehová , y por  τν ληθινόν, en cambio, A Cristo, y está, además, prohibido por el contexto, según el cual καί σμεν ν τ ληθιν, ν τ υἱῷ ατο ησο Χριστ,( Y estamos en unión con el que es verdadero  ).

  establece la consecuencia de lo anterior, es decir, del hecho de que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado la capacidad de conocer al verdadero Dios, Jehová.

 Por lo tanto, también las siguientes palabras: ν τ υἱῷ ατο ησο Χριστ (por medio de su Hijo, Jesucristo) , no deben tomarse como aposición a ν τ ληθιν ,  también por el uso  del posesivo  ατο (  su ), porque entonces tendría que referirse, no  a τ ληθιν , sino más allá a τν ληθινόν .

Claramente el contexto nos indica que  es Jesús , como Hijo de Dios quien “nos ha dado capacidad intelectual”, o “percepción mental”, para que “adquiramos el conocimiento del verdadero”, un entendimiento progresivo de Dios. (Mateo 11:27.) De modo que “estamos en unión con el verdadero [Jehová Dios], por medio de su Hijo Jesucristo”. (Compárese con Juan 17:20, 21.)

Los cristianos se esfuerzan solícitamente por guardarse de la idolatría porque esta tiene muchas formas, y un solo acto idolátrico puede comprometer su fe. El apóstol Juan dijo a sus compañeros de creencia: “Guárdense de los ídolos”. (1 Juan 5:21.) Este consejo fue necesario porque los cristianos estaban rodeados de muchas formas de idolatría. Juan escribió desde Éfeso, una ciudad donde abundaban la magia y los mitos sobre dioses falsos. Allí se hallaba una de las siete maravillas del mundo: el templo de Ártemis, un refugio para criminales y centro de ritos inmorales. El filósofo Heráclito de Éfeso asemejó la senda oscura que conducía al altar de aquel templo a la oscuridad de la infamia, y pensaba que la moralidad de la gente que iba a ese templo era peor que la de los animales. Como se ve, los cristianos de Éfeso tenían que mantenerse firmes ante el demonismo, la inmoralidad y la idolatría.

 Los cristianos tienen que resolverse con firmeza a evitar toda forma de idolatría, incluso la que parezca leve, porque un solo acto de adoración al Diablo apoyaría su alegación de que los humanos no permanecerían fieles a Dios bajo prueba. (Job 1:8-12.) Cuando Satanás mostró a Jesús “todos los reinos del mundo y su gloria”, agregó: “Todas estas cosas te las daré si caes y me rindes un acto de adoración”. Al rechazar esa oferta, Cristo apoyó el lado de Jehová en la cuestión de la soberanía universal y probó que el Diablo es un mentiroso. (Mateo 4:8-11; Proverbios 27:11.)

 Los primeros seguidores de Jesús tampoco rindieron un acto de adoración que apoyara el lado de Satanás en la cuestión. Mostraban el respeto apropiado a las “autoridades superiores” gubernamentales, pero no quemaban incienso en honor del emperador romano, aunque les costara la vida. (Romanos 13:1-7.) Daniel P. Mannix escribió al respecto: “Muy pocos cristianos se retractaron, aunque se solía tener en la arena del estadio un altar con una llama encendida para facilitarles la ofrenda. Todo lo que el prisionero tenía que hacer era arrojar una pizca de incienso en él y se le daba un Certificado de Sacrificio, con lo que quedaba en libertad. Además, se le explicaba bien que no se trataba de un acto de culto al emperador, sino un reconocimiento de su naturaleza divina como cabeza del Estado romano. Aun así, casi ningún cristiano se valió de este medio para escapar del martirio”. (Those About to Die [A punto de morir], página 137.)

La idolatría se presenta en otras formas sutiles. En 44 E.C. el rey Herodes Agripa pronunció un discurso público, y la gente se entusiasmó tanto que gritó: “¡Voz de un dios, y no de un hombre!”. (Hechos 12:21, 22.) Sí, idolatraron a Herodes y lo hicieron un dios. Cosas similares suceden hoy día. En los días violentos en que el nazismo ascendía al poder en Europa, el clamor “¡Heil Hitler!” era en realidad un grito de adoración. Muchos estuvieron dispuestos a pelear y morir por el Führer como si él fuera un dios, el salvador de la nación. Sin embargo, ¡la mayoría de los que rendían aquel homenaje eran miembros de las iglesias de la cristiandad!

Antes y después de los días de Hitler ha habido otros líderes políticos que también se han proclamado salvadores y han exigido devoción exclusiva. Los que sucumbieron convirtieron a aquellos hombres en dioses, prescindiendo de la religión formal a que pertenecieran como “adoradores” o de que afirmaran ser ateos. El homenaje que los fanáticos dan a estrellas de los deportes y del cine y a otros artistas también se asemeja a adoración.

Además, piense en lo que implicaban estas palabras de Jesús: “Nadie puede servir como esclavo a dos amos; porque u odiará al uno y amará al otro, o se apegará al uno y despreciará al otro. No pueden ustedes servir como esclavos a Dios y a las Riquezas”. (Mateo 6:24.) ¿Conoce usted a alguien que sea miembro de alguna religión, pero cuyo interés principal en la vida sea ganar dinero? Entonces, ¿a quién sirve realmente esa persona?... ¿a Dios, o a las riquezas? ¿A cuántos incrédulos conoce usted que se hayan dado a la búsqueda frenética de dinero? Ciertamente ellos también son adoradores del dinero, y quizás hasta sean más celosos en ello que muchos creyentes.

El apóstol Pablo explicó un principio similar cuando escribió: “Amortigüen, por lo tanto, los miembros de su cuerpo que están sobre la tierra en cuanto a fornicación, inmundicia, apetito sexual, deseo perjudicial y codicia, que es idolatría”. (Colosenses 3:5.) Si codiciamos algo tanto que todos nuestros esfuerzos van encaminados a conseguirlo, y quizás hasta violemos la ley mientras hacemos esto, entonces para nosotros ese objeto es un ídolo, un dios. (Efesios 5:5.) En otra carta, Pablo escribió esto respecto a ciertos malhechores: “Su dios es su vientre”. (Filipenses 3:19.) Si todo lo que buscamos en la vida es agradarnos a nosotros mismos, llenarnos el vientre, por decirlo así, entonces nosotros somos nuestro propio dios. ¿A cuántos conoce usted que adoran esa clase de dios?

Sí; como escribió el apóstol Pablo: “Hay muchos ‘dioses’ y muchos ‘señores’”. Y en muchos casos sus adoradores son como los samaritanos de la antigüedad: de palabra sirven a un dios y por sus acciones sirven a otro. Sin embargo, la verdad es que hay un solo Dios que merece nuestra adoración.

o de la 1ª carta de Juan cap 5 .docx

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